El fin de la eternidad
Existe algo que es la Eternidad. La Eternidad está fuera de la Realidad, fuera del espacio y del tiempo normales (pues la Eternidad cuenta con sus propios tiempo y espacio). En la Eternidad viven seres humanos que se dedican a observar la Realidad y a introducir cambios mínimos necesarios (CMN) para propiciar correcciones que eviten desastres y supongan mejoras en la felicidad conjunta de la humanidad. Los habitantes de la Eternidad son llamados Eternos, por oposición a los Temporales que son quienes viven en la Realidad, ignorantes por completo de que existen los Eternos y de que éstos modifican la Realidad. Pero los Eternos no son otra especie humana sino temporales de distintas épocas que, normalmente a edades tempranas (hacia los quince años), son “extraídos” del tiempo y llevados a la Eternidad, atravesando el velo espacio-temporal que separa ambos “mundos”. Un Temporal llegado a la Eternidad es primero Aprendiz, luego Observador y finalmente Especialista en alguno de las distintas “funciones” que estructuran rígidamente esa singular sociedad, dirigida por un Gran Consejo Pantemporal.
La Eternidad funciona como una especie de dimensión paralela a la Realidad. Los Eternos han ido construyendo bases en las que habitan en distintos puntos del “hipertiempo”, que se vinculan con momentos del Tiempo normal. Los Eternos viajan a través de la Eternidad, de base en base, y desde cada una observan la Realidad de ese Siglo de la cual son esa especie de dimensión oculta. E ingresan en ella cuando han de hacer un CMN que, propagando sus efectos hacia delante en el tiempo, producirá un futuro distinto del que habían observado y valorado como negativo y que requería ser cambiado. Para esos desplazamientos entre las bases o secciones de la Eternidad, los viajes en el “hipertiempo”, cuentan con unas “cabinas” esféricas que se ajustan dentro un tubo vertical; se selecciona la fecha de destino en el Tiempo y a viajar. Pueden viajar a cualquier fecha salvo a los que llaman los Siglos Ocultos, el periodo entre el 70.000 y el 150.000; nadie sabía la causa pero las puertas que separan la Eternidad del Tiempo normal son infranqueables entre esas fechas.
La Eternidad no es eterna, al menos tiene un principio, aunque no tenga fin; las secciones continúan durante millones de siglos hasta que el Sol se convierte en nova (la nova Sol es la fuente que aporta las inmensas cantidades de energía que se necesitan para activar los “campos temporales”). La Eternidad empezó a finales del siglo 27, basándose en las teorías físico-matemáticas de un tal Mallansohn que vivió en el siglo 24 y fue un genio incomprendido completamente avanzado para su época. Los tiempos previos a la Eternidad eran denominados “los Primitivos” y los Eternos apenas los conocían ni viajaban a ellos. La razón era obvia: la Historia Primitiva no se debía alterar para que la sucesión de los acontecimientos se mantuviera congelada, tal como fue, y condujese a la aparición de la Eternidad. Los Siglos de la Eternidad, en cambio, son siempre cambiantes, justamente porque los Eternos la van continuamente alterando, buscando mejorar todas las Realidades; para eso están.
Nótese que esta concepción del tiempo no difiere radicalmente de la tradicional. Sólo hay un Tiempo, una única sucesión de acontecimientos. Que desde la Eternidad se cambie la Realidad lo único que significa es que la nueva sucesión de acontecimientos pasa a ser la única, la que había antes del CMN ha dejado de existir. Sin embargo, los Eternos se ocupan de almacenar en la Eternidad la historia de las Realidades “abortadas”, incluyendo las producciones culturales de la humanidad (obras artísticas, por ejemplo) que han dejado de existir como consecuencia de la alteración. Pero, en cada momento, la historia es única y cualquier Temporal es resultado de un único pasado. Una vez que se ha alterado la Realidad todo lo que “ocurría” a partir del Cambio ya no va a ocurrir y, para un Temporal del futuro (respecto del momento del cambio) nunca ocurrió. Ni siquiera un Eterno puede recuperar la Realidad suprimida. Sin embargo, los habitantes de los Siglos Ocultos, mucho más evolucionados tecnológicamente que los Eternos, han descubierto que todas las Realidades existen en el Tiempo, que el número de Realidades es infinito.
Éste, más o menos y muy resumido, es el planteamiento que subyace en El fin de la Eternidad, novela de ciencia ficción que Isaac Asimov escribió en 1955 (y que he releído estos días motivado por la discusión con Vanbrugh y conmigo mismo sobre los viajes en el tiempo). Naturalmente, hay mucha palabrería pseudo-científica y mucha terminología rimbombante. De otra parte, muchas cosas no quedan del todo claras pero, al fin y al cabo, se trata de una novela y basta con que, manteniendo un mínimo grado de congruencia, cuente una historia entretenida. Ahora bien, la clave del argumento resulta ser una paradoja, aunque Asimov, que sin duda era plenamente consciente de ella, ni siquiera lo menciona. Para construir la Eternidad en el siglo 27 fue necesario que en el siglo 24 Mallansohn elaborara la teoría del Campo Temporal. Pero esta teoría necesitaba un nivel de matemáticas que en el siglo 24 aún no se habían desarrollado. Por consiguiente desde la Eternidad ha de ir un tal Cooper a enseñarle esas matemáticas (al final, el propio Cooper ocupa el lugar de Mallansohn, pero eso no cambia la paradoja). Es decir: la Eternidad es, a la vez, causa y consecuencia de la teoría de Mallansohn. Dos eventos sosteniéndose mutuamente y, por lo tanto, precipitándose en el abismo del absurdo lógico.
From her to eternity - Nick Cave (What a Wonderful World, 2013)
El mismo tema de los eternos entre los temporales lo retoma brillantemente David Mitchell en su reciente novela Reloj de huesos. Ha leído ambas, la de Asimov hace mucho, la Mitchell hace poco la reseñé en mi blog de lecturas
ResponderEliminarLos "eternos" de Reloj de huesos lo son solo por mal nombre. Están sujetos al tiempo como todo quisque, solo que a más cantidad de tiempo, mediante una especie de reencarnación. La eternidad de veras supone estar fuera del tiempo, no extendido a lo largo de una gran cantidad de él, por grande que sea.
EliminarNo he leído (aún) la de Mitchell, así que no me pronuncio. En todo caso, los "eternos" de Asimov, tampoco son eternos, pero sí están "fuera del tiempo", al menos del tiempo "normal". Por supuesto, Asimos deja muchas dudas en su planteamiento.
EliminarCuriosamente, en la misma década en la que Asimov escribió "The End of Eternity" Don Siegel dirigió la magnífica película policíaca "The Edge of Eternity", cuyo título no hace referencia a las Realidades Infinitas sino a algo tan concreto como el borde Cañón del Colorado, entendido éste como metáfora de la muerte.
ResponderEliminarEl borde "del" Cañón del Colorado, quería decir.
ResponderEliminarHay otra posible visión de la enertnidad.Hace cien años Georges Lemâitre construyó un universo imaginario a partir de los tres principios cosmológicos, a fin de ver si se expandía y contraía, concluyendo que nuestra realidad tenía un comienzo. Las ecuaciones de Einstein llevaron rápidamente a Lemâitre y luego a otros muchos a la desconcertante idea de que, pese a que siempre ha contenido toda la energía que conserva hoy, nuestro Universo no tuvo tamaño alguno en otra época: entiéndase sin tamaño en el tiempo ni en el espacio. O sea, que la eternidad sería lo anterior al Big Bang, lo anterior al tiempo que aún no había surgido
ResponderEliminarEso introduciría la duda de cómo empezó el tiempo (y ya la frase suena poco intuitiva).
EliminarLemaitre llegó efectivamente a la conclusión de que el universo empezó. Lo que no está tan claro es que había antes de ese comienzo.
EliminarDe todos modos, como dice Ozanu, el problema de las conclusiones matemáticas tanto de la relatividad como de la cuántica es que manejan conceptos como el tiempo que, más allá de su formulación y operacionalidad, carecen de significado "real". Vamos, que llega un momento en que decir que antes del Big Bang no había tiempo se hace incomprensible.
Hay muchas otras posibles visiones de la eternidad, y casi cualquiera de ellas es más convincente que esta de Asimov, tal como nos la describe Miroslav -no he leído la novela y, vista la reseña, no pienso hacerlo-. De "eternidad" tiene el nombre, y eso porque Asimov ha decidido llamarla así... ("Cuenta con sus propios tiempo y espacio", ya me dirán qué eternidad de pacotilla es esa). Asimov me parece un divulgador bastante competente y entretenido, pero no muy buen novelista, la verdad. Leí hace años bastantes de sus relatos de C.F. y la interminable serie "Fundación", y todo ello me pareció más bien flojito.
ResponderEliminarSeguramente mi descripción no es tan buena como me habría gustado. En todo caso, como ya dices arriba, Asimov no pretende que su Eternidad sea la Eternidad; es un nombre que se da a un "ámbito" que es espacio-temporal también pero que está fuera de la "historia". Como digo, deja muchas dudas sin resolver, pero al fin y al cabo es una novela en donde lo que importa es la trama (que, por cierto, no he revelado) y en la que esto de la Eternidad y los viajes en el tiempo no deja de ser el marco en el cual aquella se desenvuelve.
EliminarPara mí, la mejor novela de ciencia ficción de todos los tiempos
ResponderEliminarBueno, hombre, Jesús, si te pones así igual la leo...
EliminarSí, la verdad es que muy tajante Jesús. Yo, que no soy nada experto en el género, diré que me he entretenido leyéndola, pero no la calificaría de una grandísima novela. Naturalmente, todo va en gustos.
EliminarEn gustos y en criterios, que noe s lo mismo
EliminarPues sí, en gustos y en criterios. Lo que pasa es que muchas veces, quienes pontifican esgrimiento pretendidos "criterios" no están sino disimulando bajo apariencias cultas de lo que son sus propios gustos. Yo, muy modestamente, cada vez me fío más de mis gustos y desconfío de los criterios, en especial en literatura.
Eliminar"Criterio" es una palabra que, en literatura, me queda grande. Me parece excesivamente grave, solemne y convencida de tener una sabiduria que a mí me falta y a la que ni siquiera aspiro. No necesito para nada "juzgar" la literatura, ni creo que nadie necesite que yo haga tal cosa, ni me creo capacitado para hacerla, de modo que hace años resolví precindir de criterio alguno en este terreno, y dejarme llevar exclusivamente por mis gustos.
EliminarEsos son los argumentos que se podrían resumir en cien mil millones de moscas comen mierda asi que comamos mierda. Por supuesto no todos tenemos criterios, pero se lo debemos reconocer a los que con esfuerzo los han obtenido y nos guían altruistamente, aunque según vosotros sólo son prepotentes e innecesarios juzgadores culteranos
EliminarNo, no, nada de eso. Reconozco y respeto los criterios, obtenidos con esfuerzo o sin él, de quienes digan tenerlos. No los considero en absoluto prepotentes, -salvo que traten de imponérmelos, cosa que hasta ahora ninguno ha querido, ni podido, hacer- ni mucho menos inútiles. "Inútil" he dicho solo que considero a mi propio posible esfuerzo por juzgar la literatura, y a mis propios posibles criterios; a ninguna otra cosa. Y, por supuesto, agradezco enormemente cualquier guía que se me preste en este terreno, esté basada en criterios o en gustos, y en particular creo haber expresado claramente este agradecimiento más de una vez respecto de la tuya, que haces muy bien en basar en lo que mejor te parezca.
EliminarY si ha de referirse a las moscas mi... "argumento" -que yo no considero tal, sino una modesta descripción de mi personal actitud- yo lo haría más bien así: "Esto me gusta, luego lo comeré. Si resulta ser mierda con arreglo a algún criterio de alguien, ese alguien me considerará muy probablemente incluído en el número más o menos crecido de moscas que gustan de esa mierda, pero, la verdad, no podría importarme menos". O algo así.
Por supuesto que hay quienes tienen criterio, pero también muchos que creen tenerlo y, a mi juicio, no. Pero, en fin, todo es discutible. En el fondo, lo que reivindico es el gusto, una forma más modesta (menos pretenciosa) de acercarse a manifestaciones culturales/artísticas como la literatura. De otra parte, a medida que te formas (que lees) vas mejorando el gusto (normalmente) y, al fin y al cabo, aunque no te des cuenta ni lo hagas explícito, lo haces porque estás construyendo tu propio criterio.
EliminarY los argumentos que defendemos a este respecto Vanbrugh y yo, nada tienen que ver con la mierda que comen las moscas. Ya lo ha dicho Vanbrugh, pero abundo. Que yo lea lo que me gusta no quiere decir que lo que me gusta es una mierda. Que yo haga caso a mi gusto sin preocuparme por el "criterio" (sea lo que ea) no quiere decir que mi gusto ha de ser malo y por tanto leeré mierda. E incluso, que algo le guste a mucha gente (best seller) tampoco quiere decir que sea mierda.
De todos modos, suscribo plenamente lo que opina Vanbrugh respecto del término "criterio" en literatura ("palabra excesivamente grave, solemne y convencida de tener una sabiduria que a mí me falta y a la que ni siquiera aspiro). Quizá para evitar caer en una discusión meramente terminológica no estaría mal discernir sobre lo que se entiende por criterio y las eventuales diferencias entre éste y el "gusto".
Consumo, ocio, arte… todos estos niveles de interacción de la vida cotidiana, se explican por una cosa muy obvia aunque no por ello insignificante, a saber, el gusto. El criterio se obtiene, cuando existe una perspectiva amplia tanto en el tiempo (conocer los clásicos) como en el espacio (conocer las demás literaturas en el caso que hablaos, y géneros), lo que permite establecer comparaciones fundadas, A este respecto recomiendo la obra del sociólogo francés Pierre Bourdieu verdaderamente esclarecedora. Y yo no digo que seáis vosotros consumidores de mierda, sino que fiarlo todo al gusto propio es la justificación para los que nos inunda de basura con best sellers, programas televisivos y demás.
EliminarSupongo que te refieres a La Distinción. Lo leí hace varios años y, en efecto, es esclarecedor, uno de los grandes libros de la sociología contemporánea.
EliminarExacto. Un libro estupendo
EliminarCreo que Asimov en ese libro inventa la pistola que difumina los átomos y moléculas que tanto puso de moda otras películas de ficción. No voy a decir lo manido que sería decir que él sí es uno de los mejores divulgadores que han existido. Si tuviera un block hoy día lo petaría. De hecho él como otros, Verme, Wells, etc., ha hecho que mucha gente se dedique a la Física. Esa pistola desintegraba el átomo. Y para hacar viajes en el tiempo los de "mantenimiento" esos que lo hace él pasar por bobos e imprescindibles son los que inventan y arreglan dicho generadores. Para comprobar dicha incertidumbre del átomo se hace con el contador Geiger. Pero físicamente para evitar otras interacciones del entorno, no sé qué utilizaría. Los defensores de la teoría de los universos paralelos si barruntando que están por principio separados de nosotros de manera que nunca podremos tener noticias de ellos, ¿tiene relevancia para la ciencia saber si existen o no? Y, lo que sería raro o bastante difícil lograr es que un físico logre hacer pasar un hombre al mismo tiempo por dos rendijas. Por no decir qué se puede decir de estos "procesos de desintegración... Fdo. Joaquín Dos Apellidos (de viaje). Joder qué difícil se hace teclear a dedo vía móvil.
ResponderEliminarSí, la pistola desintegradora y también el látigo neurónico, con el que Harlan se arma para conseguir sus propósitos.
EliminarDebería leerla algún día, a ver si la pillo en alguna biblioteca.
ResponderEliminarEs fácil conseguirla en la Red.
EliminarEn mi defensa diré que la leí hace más de 35 años. Tal vez si la releyese ahora opinaría diferente. Pero que tenga tan buen recuerdo después de tanto tiempo es un gran punto a su favor
ResponderEliminarYo estoy releyendo ahora La isla misteriosa, de Julio Verne. La lei de chaval y me gustó mucho y ahora he confirmado que es probablemente una de las mejores sino la mejor del autor, pero eso no queier decir que Verne sea ni por asomo comparable a Flaubert o a Stendhal. Aquí se establece la diferencia entre el 'gusto' de un chico de catorce años y el gustoe stablecido con criterio tras muchas lecturas del adulto que ahora soy
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