¿Se acaba 2009?
Para empezar, estoy escribiendo en la oficina, aprovechando que he terminado de corregir las unidades de actuación de uno de los núcleos del municipio en cuyo Plan General ando embarcado desde hace veinte meses. Me encanta el trabajo que estamos haciendo pero el Ayuntamiento nos ha sometido a una presión asfixiante que se concreta en unos plazos draconianos cuyo cumplimiento (si lo logramos) no tiene, al menos que yo conozca, precedentes. El 31 de enero hemos de tener montada en el ordenador (el Plan lo estamos configurando como un GIS) la ordenación pormenorizada completa de todo el municipio, a fin de dedicar todo el mes de febrero a innumerables reuniones de revisión y corrección con los concejales, asociaciones de vecinos y propietarios de suelo más relevantes. Para llegar a esa fecha con la tarea realizada necesitamos currar a un ritmo endiablado y las prisas, ya se sabe, no hacen muy buenas migas con la calidad. Meteremos la pata mucho más de lo debido, máxime cuando este municipio es especialmente grande y complejo.
Los que nos ocupamos de la dirección y coordinación de los trabajos hemos dedicado la semana pasada a programar muy detalladamente las distintas tareas y los plazos en que cada una debe estar acabada. Hemos hecho un calendario de barritas enlazadas por tareas y personas encargadas de cada una (hay unos treinta profesionales implicados) que, para que se cumpla, exige montar un zafarrancho de producción similar al de una fábrica automatizada; algo así como la genial escena de Charlot en Tiempos Modernos. Mi papel durante todo el próximo mes será estar resolviendo las infinitas dudas que plantearán todos los "productores" y tomando las decisiones pertinentes a toda velocidad y sin tiempo para reflexionar. Para colmo, como hemos tenido que reforzar el equipo con la oficina de Madrid, los viernes y sábados los pasaré allá y el resto de la semana en La Laguna.
Lo contado da una mínima idea del nivel de estrés en el que estoy y aclara por qué no tengo en absoluto la sensación de que hoy acabe nada.
De otra parte, si tuviera tiempo para hacer balance del año que se va, y aunque puede que exagere debido a mi estado de ánimo, seguramente lo calificaría negativamente. En lo laboral ha resultado demasiado duro y, consiguientemente, agotador. Eso me ha pasado factura y no sólo a mí. Lo malo es que no parece que el 2010, por lo menos hasta el verano o algún mes después, se presente más relajado. Pero confío en que hacia el otoño pueda reorganizar mi ritmo de vida, porque así no hay quien viva. Aunque me gusta mucho lo que hago, no con esta presión; y, además, me gustan también muchas otras cosas que estoy dejando de hacer. Por tanto, propósito de año nuevo (aunque no sea a plazo inmediato): recuperar el control de mi tiempo.
En lo afectivo este fin de año me llega en un momento muy triste. Paradójicamente, a este respecto hasta me viene bien tener tanto trabajo, que evita que mis penas de amor me revuelvan todavía más de lo que ya lo hacen. En todo caso, quizá sea bueno un paréntesis triste que nos ayude a entendernos. Si pudiera, me gustaría ordenar mis sentimientos y mis dolores, ser capaz de examinarme con el mayor desapego posible; lo malo, ya lo he dicho, es que no tengo tiempo. Aún así, no paran de revolotearme en la cabeza, muy desordenadamente, ideas, sentimientos, penas, recuerdos ...
Así estoy, a punto de que empiece el quincuagésimo segundo año de mi existencia, y con un ánimo comatoso. En un par de horas me iré a mi casa, cenaré cualquier cosa y me comeré las doce uvas, porque me han dicho que las cosas siempre pueden ir a peor. Y es verdad, porque, siendo mínimamente equilibrado, he de reconocer que soy bastante afortunado. Omitiendo los inevitables y nimios achaques propios de la edad y de una sensibilidad algo hipocondríaca, estoy bien de salud. Económicamente me va más que bien y, desde luego, a mí no me ha tocado la crisis (aunque con dinero no se compra tiempo). Tengo muchas personas a las que quiero y me quieren. Disfruto como un enano con cualquier cosa y la vida no para de darme motivos de asombro y diversión. Por eso no me hagan demasiado caso, que es que hoy estoy un poco de bajón.
Acabo, como no puede ser de otra forma, deseando a todos (salvo a los "bichos" de mala fe) el mejor año nuevo posible; que el 2010 nos traiga cuanta felicidad seamos capaces de aguantar y que seamos capaces de aguantar la máxima posible.
CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas