Cierre de etapa
En esos primeros años éramos muy pocos, apenas cinco técnicos bajo la jefatura de un ingeniero, excelente persona, que hace apenas dos años, absolutamente decepcionado, dejó la Institución. De los de la "primera etapa", dos estuvieron unas temporadas fuera (excedencias) y otro, un arquitecto de enorme humanidad que había entrado casi a la vez que yo, murió hace dieciocho meses tras una dura lucha contra un cáncer de médula. Queda también una compañera, mi rubia favorita (es nacida en Finlandia), pero desde las últimas elecciones ha sido trasladada a otra área. Así que soy yo el que más tiempo he pasado en el Servicio y ese tiempo se acaba dentro de unos días.
Yo entré para dirigir desde el Cabildo los trabajos del Plan Insular. En cierto modo, se suponía que había de ser el encargado de transmitir a los arquitectos redactores, cuyo estudio estaba en Barcelona, los criterios y directrices de la Corporación. Al cabo de cuatro años me tocó a mí, desde la propia Administración Pública, asumir directamente la redacción y en ello estuve otros cuatro años. Fue probablemente una de las etapas más intensas de mi vida profesional y, naturalmente, también agotadora. De hecho, se cerró con la famosa "crisis de los cuarenta" (que me vino a los treinta y nueve): desencanto laboral, una dolorosa decepción con alguien que creía que era un buen amigo, y una situación conyugal muy tensa, resuelta con unas vacaciones en la Gomera pero preludio de la separación que habría de llegar cinco años después.
No estaba pues a cargo de los trabajos cuando el PIOT se aprobó definitivamente. Pasé a ocuparme del control del planeamiento municipal y en ello he seguido hasta ahora. Al mismo tiempo, cada vez estaba más involucrado en otras tareas relacionadas con el urbanismo, muy en contacto con la Administración del Gobierno de Canarias. Paradójicamente, a medida que el Cabildo asumía (en teoría) mayores competencias, la dejadez de los políticos aumentaba, deteriorando progresivamente la función pública del gobierno del territorio. Seguramente, en esta legislatura, hemos llegado al punto más bajo de ese proceso (aunque lamentablemente no podemos decir que se haya alcanzado el fondo). Profesionales más jóvenes y de incorporación más reciente son ya incapaces de mantener la necesaria motivación por su trabajo, ante las continuas muestras de su escasa utilidad real.
Echo la vista atrás y, a pesar de lo mucho que nos quejábamos en los primeros ocho años, no puedo sino envidiar el dinamismo de entonces, la cantidad de proyectos que acometíamos, nuestra prolífica productividad. En los primeros noventa, por ejemplo, fuimos una de las primeras administraciones del Estado que montó un sistema de información geográfica; en esos tiempos, me tocó ser el "padre" de la sistematización del urbanismo para concebir los planes como bases de datos. Ahora el GIS del Cabildo languidece plácidamente y nuestra etiqueta de vanguardia hace tiempo que se perdió.
Hace un par de años, el Gerente de Urbanismo de la segunda ciudad de la Isla (La Laguna), antiguo compañero del Cabildo, me comentó sus ideas para la redacción del nuevo Plan General de ese municipio. Quería llevar a cabo una revisión en profundidad, acometer una "revolución controlada" en los modos parasitarios en que los agentes inmobiliarios actúan sobre el territorio, desde una voluntad de intervención y dirección de los procesos por el Ayuntamiento. Lo que me contaba encajaba bastante con mis propias convicciones que, en resumen, podría enunciar como la necesidad de que se gobiernen desde lo público los procesos de transformación urbana y territorial, recuperando el carácter de la ciudad (y el territorio) como bien eminentemente colectivo (en esa labor también hay, por supuesto, que recuperar las plusvalías). Éramos ambos conscientes de que, del dicho al trecho ya se sabe, pero ya era bastante que alguien, con capacidad directiva, mostrase una decidida voluntad de intervención. En esa primera conversación, en un almuerzo multitudinario y cuando ya estábamos todos bastante "alegres", me planteó que necesitaba a alguien para llevar la dirección y la coordinación de los diversos equipos redactores que pretendía poner a trabajar, cada uno en una parte del municipio, y que si a mí me interesaría.
Por esas fechas era inminente la marcha del que había sido nuestro jefe y hacia quien que yo, además, sentía una deuda de lealtad. De otra parte, la degradación de mi trabajo en el Cabildo estaba más que avanzada (aunque ha seguido a peor). Así que le dije que vale, que empezara a mover los hilos para tramitar una comisión de servicios. La idea inicial era que ocuparía un puesto de nueva creación en la Gerencia mediante un traslado entre administraciones. Pero las cosas siempre se ralentizan hasta la desesperación. En La Laguna había problemas con los sindicatos para las modificaciones de la RPT (Relación de Puestos de Trabajo), el concejal de entonces no estaba muy por la labor de cambiar unos modos de hacer basados en el amiguismo y la escasa transparencia y la gestión diaria dejaba poco tiempo para poner en marcha proyectos importantes pero a medio plazo. El Cabildo, de otra parte, como respuesta a demasiadas iniciativas de funcionarios que pedían traslados, endureció su política de personal adoptando el criterio de denegar las comisiones de servicio.
Hace más o menos un año, no obstante, se iniciaron los trabajos del Plan General, contratando a cinco equipos profesionales y repartiendo entre ellos el municipio. Éstos han avanzado en las labores de información, diagnosis y primeras ideas propositivas sin la suficiente dirección municipal. Hará unos seis meses, consciente de la urgencia de contar con un director, el Gerente me aseguró que ya era inmediato el que me incorporase. El planteamiento laboral, dados los problemas, había cambiado: la fórmula más efectiva era sacar a concurso una asistencia técnica y que me presentase como profesional libre (pidiendo la excedencia). Además quería más cosas de las iniciales: habíamos de constituir una empresa que llevase a cabo también la sistematización del futuro Plan General como base de datos. El municipio de La Laguna es en la actualidad la administración pública que más ha avanzado en la informatización de la gestión urbanística, gracias principalmente a otro compañero del Cabildo que formaba parte del equipo de nuestro GIS y hace unos años ya había escapado.
Como en la Administración lo inmediato tarda medio año (si hay presión constante para que todos vayan marchas forzadas), ese es el tiempo que ha pasado. Con un viejo amigo de amplísima experiencia en bases de datos urbanísticas (fue de los protagonistas, colaborando con nosotros en los primeros años, del GIS del Cabildo) hicimos una extensa y prolija memoria que presentamos al correspondiente concurso. La semana pasada resultamos adjudicatarios del mismo y, consiguientemente, presenté en el Registro del Cabildo mi solicitud de excedencia. En unos días se firma el contrato: por dos años prorrogable uno más. Hacia finales de mayo estaré en una oficina (todavía hay que acondicionar el local) en el casco histórico de La Laguna, muy cerca de la Gerencia de Urbanismo.
Es curioso que el trabajo que me espera en estos próximos años sea muy similar al que me tocó al entrar en el Cabildo hace diecisiete. La diferencia obvia es el ámbito territorial: antes era la Isla, ahora un municipio. Hay otra diferencia importante que tiene que ver con la escala y alcance operativo de ambos planeamientos: antes era uno directivo, sin aplicación inmediata sobre el territorio; ahora estaré mucho más pegado a la realidad, las rayas y las normas supondrán afecciones directas a muchos intereses concretos. También ahora, como antes, me toca dirigir y coordinar a otros profesionales, casi todos viejos conocidos; me toca conseguir que desarrollen técnicamente los criterios municipales que, además, en gran medida habré de ser yo quien los enuncie. Espero haber adquirido en estos años mayor habilidad e inteligencia para esos menesteres. El reto es ilusionante, una atractiva oportunidad profesional; tengo ilusión, sí, ma non troppo. Quizá porque conozco demasiado bien las resistentes inercias del sistema, quizá porque ya empiezo a ser mayor. En todo caso, aunque no estoy nervioso sino sorprendentemente sereno, tengo el convencimiento absoluto de que, en las actuales circunstancias y, sobre todo, por comparación con las perspectivas en el Cabildo, he tomado la decisión correcta.
No puedo evitar, no obstante, una sensación de tristeza algo melancólica. Son muchos años y son muchas personas a las que quieres. Me preocupan especialmente mis compañeros más cercanos, a ver cómo se las arreglan sin mí (siento un poco como si les estuviera traicionando, echándoles a los pies de los caballos). Ya sé que no son sino boberías, que seguiré en contacto con ellos y que funcionarán estupendamente sin mí: nadie es imprescindible (aunque cada uno es insustituible). Sea como sea, lo cierto es que esa especie de spleen me embarga el ánimo, como una bruma que se cuela por todos sus rincones. Pero en cuanto me incorpore, con la cantidad de trabajo que me espera y las prisas que están metiendo los políticos, tengo claro que se va a pasar.
Antes de dejar el Cabildo, en todo caso, he de rematar algunos pocos temas pendientes, por lo que estas próximas semanas se presentan agitadas (y, para colmo, la que viene tengo que salir unos días de viaje). Además, he de ordenar mi despacho (básicamente tirar multitud de papeles) que ha alcanzado un grado de caos realmente ejemplar (véase la foto adjunta). También he de limpiar el ordenador y hacerme una copia de todos los archivos informáticos de los temas que he llevado durante estos diecisiete años. Quiero hacerlo un poco por sentimentalismo y otro poco (que no es poco) por precaución: tal como se está judicializando el urbanismo, no me extrañaría demasiado que algún día me llamen a declarar a un Tribunal en relación a cualquiera de los múltiples asuntos que he informado.
En fin, cierre de una etapa.
CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas