Me entero el otro día de que en griego clásico ψυχη (
psyché = psique) significa, además de alma (como es sobradamente conocido), mariposa. La
Wiki da la siguiente explicación:
psyché es la sustantivación del verbo ψυχω que significa soplar; por tanto, en su origen etimológico, el alma es el soplo o hálito que se escapa del hombre al morir. Bien, valga esta asociación semántica entre el alma y el soplo; ahora que también signifique mariposa porque, según Homero (¿?) la psique sale de la boca del muerto volando como una mariposa … Como que no me termina de cuadrar.
Sin embargo,
se non vero, è ben trovato; porque el caso es que me viene el recuerdo del
mito de los amores entre la bellísima Psique y Eros. Como es sabido, Eros, el enamorador, se enamora de la princesa Psique y, en vez de castigarla como querían las ansias vengativas de Afrodita, su madre, la hace su mujer. Ocurren varias incidencias muy en el rocambolesco estilo de la mitología griega, pero hay final feliz: Psique es perdonada y, tras beber de manos de Zeus la ambrosía de los Dioses, pasa a ser la esposa inmortal de Eros. Y yo me pregunto, ¿por qué Psique se llama así? ¿Acaso el mito pretende decirnos que la búsqueda del Amor es el mayor afán del Alma?
Si así fuera, habría diversas recetas derivadas de la narración mítica. Una, por ejemplo, que el alma alcanza la inmortalidad a través del amor; o, al menos, que sea como sea, es inmortal. Por supuesto, como corolario o premisa previa, lo que parece que es inmortal (más indubitablemente que el alma) es el propio amor: inmortal y divino. Otra, que el alma alcanza la plenitud viviendo en (con) el amor pero, al mismo tiempo, sin conocerlo del todo; en el mito, la curiosidad de Psique que le lleva a alumbrar a Eros para, contra sus deseos, descubrirle a su vista es la causa inicial de sus inmediatas desgracias. De esa escena también podríamos deducir, en plan algo pesimista, que el destino del alma es perder el amor cuando se ha conocido y pasarse la vida buscándolo … ¿para obtenerlo finalmente en la eternidad?
En todo caso, resulta bastante claro que el nombre propio de la princesa mitológica es posterior a la acepción de
psyché como alma; por eso, aunque no me interesa demasiado elucubrar con los significados mitológicos, no parece aventurado suponer que la narración ilustra ideas de los griegos sobre el alma, el amor, la eternidad … Pero, ¿dónde están las mariposas? Pues encuentro por ahí, en distintas versiones, la noticia de que los griegos creían que ciertas mariposas que revoloteaban agitadamente en torno a la luz en las noches de verano no eran sino almas que habían recientemente abandonado cuerpos y que buscaban, como Psique, el amor perdido; o sea, la eternidad. Bonito, ¿verdad? Pero no logro confirmarlo en ninguna fuente fiable.
En cambio sí disponemos de numerosos ejemplos, desde tiempos bastante antiguos, de representaciones artísticas de Psique con alas de mariposa a la espalda. Baste esta escultura en mármol del siglo primero o segundo antes de Cristo o el mosaico del siglo I o II dC proveniente de
Zeugma en Turquía que pego al final de este párrafo. He encontrado una
página maravillosa que, justamente, recopila mogollón de imágenes de Eros y Psique. Repasándolas podemos comprobar que no siempre se ha representado a la muchacha con alitas de mariposa; aprecio que los renacentistas prescinden del aditamento dorsal, quizás para recalcar la naturaleza humana de Psique. En todo caso, más adelante vuelven a recuperarse las alas, siendo a mi juicio la muestra más lograda en este sentido (no estoy refiriéndome a la calidad artística) el
óleo de Bouguereau de 1895 en el que Eros asciende en el aire llevando abrazada a Psique con cara de arrobamiento entre orgásmico y cursi, melena rubia y rizada a lo Lady Godiva y alitas de mariposa meramente testimoniales (como mucho le servirían para abanicarse). En fin, es curioso repasar tantos y tantos ejemplos del mito visto por el Arte. Sin mayores profundizaciones creo que podemos confirmar que sí, que había desde épocas clásicas una asociación entre las almas y las mariposas.
En apoyo de esta vinculación semántica, hallo diversas referencias a que
Aristóteles, en su libro Historia de los animales (mediados del siglo IV aC), habla de las mariposas con el término
psychaí. No obstante, de los datos que obtengo, me quedan dos dudas: primera si el término “anímico” alude a todas la mariposas o a un determinado grupo de ellas; segunda, si éste era el nombre común genérico o respondía a un uso metafórico, por más generalizado que estuviese. A favor de este último supuesto me inclina el que (leo) Aristóteles dice que “se les llama así” (a las mariposas). Puedo suponer, entonces, que en algún momento de la evolución de la lengua griega, pongamos en la época homérica (hacia el siglo VIII), se llamara al alma
psyche y a la mariposa con otro término. A medida que la asociación mitológica entre los lepidópteros y el alma va afianzándose, podría haberse producido una traslación al lenguaje que, en tiempos de Aristóteles, estaría más o menos consolidada, incluso desplazando a la palabra originaria que designara a la mariposa. Pero no encuentro ninguna pista sobre cuál podría ser esa palabra griega específica para mariposa, anterior a su vinculación anímica. A lo mejor voy muy desencaminado y esa vinculación entre el alma y la mariposa es, entre los griegos, desde los albores de su lenguaje (y, por tanto, de su cultura).
Resulta que la mariposa es un animalito de fecunda simbología en casi todas las culturas y resulta también que entre sus muchos significados abunda el de representar el alma. Descubro que hay un artículo de Daniel Grustán, miembro fundador de la
Sociedad Entomológica Aragonesa, publicado en el vigésimo Boletín de esta sociedad (1997) que trata sobre las creencias míticas y religiosas relacionadas con las mariposas. No puedo conseguir este artículo, pero picoteando por aquí y allá, selecciono varios datos que confirman que la asociación alma-mariposa se repite con suficiente frecuencia en diversos ámbitos culturales distantes en el espacio (y el tiempo), tanta como para estar tentado de creer en el “inconsciente colectivo” de Jung. Así, para los mayas, la mariposa simboliza el alma, pero también el amor (curioso, ¿verdad?) y el movimiento, el fuego, las flores ... Asociaciones equivalentes se daban en varias culturas de los cinco continentes, así que ... ¿aceptamos la explicación mítica sobre el origen del término griego para mariposa?
Pues vale, si nos hace felices; pero también podríamos mantener cierta dosis de escepticismo, porque, si buceamos en las ambiguas aguas de los simbolismos arcaicos, la mariposa no es el único animal que representa al alma y, de otra parte, la mariposa no sólo simboliza al alma. A propósito de esto último, dejo para un próximo post el catálogo (necesariamente incompleto) de los significados simbólicos (y no tanto) de la mariposa. De otra parte, llama la atención que en ninguna lengua occidental moderna, tan deudoras todas del griego clásico, el término mariposa se enraíce con
psyché. Es que ni en griego moderno, idioma que denomina πεταλούδες (
petaludas) a la mariposa. Suena a la palabra castellana pétalo y es que pétalo viene del griego y en griego se dice tal cual (πέταλο); ergo, los griegos modernos denominan a la mariposa también a partir de una traslación semántica, pero no proviniendo del alma, sino de las flores, a cuyos pétalos se asemejan las alas de estos insectos. Quizás menos mágico, pero no deja de ser poético ... ¿o he de decir cursi?
Tampoco deja de ser curioso que los términos con que en cada idioma se llama a las mariposas carezcan aparentemente de relación unos con otros. En latín se dice
papilio (sustantivo de la tercera declinación) y las únicas lenguas romances que descubro que han seguido su ejemplo son el francés (
papillon) y el catalán (
papallona). En italiano es
farfalla, que parece que resulta de sucesivos cruces entre varias palabras, una de ellas la originaria latina; siguiendo ese tortuoso devenir semántico intuyo que las mariposas italianas se asocian al palpitar (batir) de las alas y éstas, quizás, a las hojas de una planta larga y móvil (la fárfara). En portugués se dice
borboleta, de sonido muy parecido a su equivalente gallega,
volvoreta; ésta última (¿también la portuguesa?) proviene del
volvere latino, una de cuyas acepciones en “dar volteretas”. Tiene su lógica que el nombre del bichito derive de su tan característico revolotear. En inglés a la mariposa (
butterfly) la llaman “mosca de la mantequilla” o mejor “mantequilla que vuela”; ¿a qué obedece esta composición? En alemán es
schemetterling que, según leo por ahí, tiene que ver con cantar, resonar (ni se me ocurre aventurar por dónde han encontrado la relación los germanos). Acabo este breve repaso constatando que mariposa en nahuatl se decía
papalotl, de la que deriva papalote que es como llaman en México a la cometa que vuelan los niños; intrigante lo parecida que resulta a su equivalente latina.
Ante tanta heterogeneidad, llama la atención que todos los términos de las lenguas actuales sean “derivados” semánticos; como si la mariposa no tuviera nombre propio sino lo adoptara por referencia a diversas realidades a las que se asemeja (o así se les antojó a quienes en su momento la bautizaran). En nuestra lengua, dice el DRAE, se trata de palabra compuesta mediante la suma del apócope de María y la segunda persona del singular del imperativo de posar. Este origen viene avalado por Corominas que lo remonta a una fórmula usada en canciones y juegos infantiles presente también en el sardo y algunos dialectos franceses. Así, imagino que los niños medievales, al ver a una mariposa, cantarían a corro cancioncillas en las que ordenarían al lepidóptero que dejara de revolotear y se posase; pero ... ¿por qué la llamarían Mari? Descubro, sin embargo, otra explicación que me convence más y que parece que es la que propuso Covarrubias en su Tesoro (1611): mariposa vendría por deformación del latín “male pausat” porque “
se assienta mal en la luz de la candela donde se quema”.
Así que … ¿en qué quedamos? Quizás no estaría mal volver a llamar almas a las mariposas y así maravillarnos ante esas danzas multicolores que abundan en primavera: ¡qué bellas las almas revoloteando! diríamos. Y quién sabe, a lo mejor sí que son almas en frenética búqueda … Sólo faltaría que pesaran
21 gramos; pero no, el rango de peso desde las mariposas más diminutas hasta las más grandes varía entre 3 miligramos y 3 gramos. Si Francis Crack tenía razón, entonces las mariposas no son almas; o quizás cada alma se fragmente en muchas mariposas. Lo consultaré con alguna psicóloga amiga; no en vano su titulación le acredita ser conocedora de las mariposas.
En fin, dejémoslo ya. Tengo el vicio (confesable) de que cuando algo, cualquier tontería, me aviva la atención (lo que ocurre con frecuencia) me disparato en un torbellino de asociaciones que me van enlazando de una cosa a otra, en un incesante revoloteo; sí, como una mariposa. Naturalmente, la red es el medio ideal para que este vicio se haga crónico. Enredado puede pasar uno horas y días; topándose a cada rato con hallazgos inesperados, sorpresas gozosas, espirales que a la vez se cierran y se abren. La mariposa resulta, sin duda, una buena metáfora, no ya sólo del alma (y de tantas otras cosas), sino de esta estrecha interconectividad que es una de las más llamativas características de nuestra realidad y, al menos para mí, fuente inagotable de asombro y diversión. Se me ocurre que la hipótesis de “
los seis grados de separación” planteada respecto a las personas cabe perfectamente generalizarla para todos los seres, todos los entes, actuales o no, materiales o no, reales o no (aunque reales siempre serían, por definición ontológica). Uno empieza con la mariposa y puede llegar a cualquier cosa en muy poquitos pasos. Este post me ha quedado largo y no contiene más que una mínima parte de las cosas que me han ido llamando la atención en mis volteretas de dos tardes. Sí, ya sé, pareciera obligado referirse al
efecto mariposa (¿cuándo encontraré una ocasión más adecuada?); pues no, no me apetece.
PS1: Me pongo a publicar estas chorradillas y, al buscar los enlaces, descubro que la Sociedad Entomológica Aragonesa permite la descarga en PDF de la mayoría de sus boletines, entre ellos el vigésimo, donde se contiene el artículo citado de Daniel Grustán (quien, por cierto, resulta ser una de las máximas autoridades españolas en lepidópteros). Me arriesgo a publicar sin leer el artículo (aunque lo haré enseguida) y aprovecho para felicitar a la SEA por colgar en la red tanta información de la que los profanos curiosos obtendremos buen provecho.
PS2: Para argumentar (por si fuera necesario) la fecundidad temática de las mariposas, no me resisto a transcribir un párrafo del artículo de Antonio Melic "
De los jeroglificos a los tebeos: los artrópodos en la cultura", publicado en el boletín número 32 de la SEA:
"
Una de las más insospechadas relaciones de la mariposa-alma es con el sexo y el semen. El nombre antiguo de ‘mariposa’ era phallaina, que viene de phallos, es decir, falo (Moret, 1997). Esta relación entre mariposa y falo queda patente en la vasija de la ilustración (fig. 36), en la que una mariposa revoltea bajo las gotas de semen de uno de los personajes. Y es que si la mariposa es un animal ansioso de vida ¿qué mejor líquido para ser libado? Su relación en la época minoica con la Gran Madre (y, por lo tanto, con la fertilidad) ratifica esta asociación. La condición de espectro o fantasma vincula a la mariposa con el lado oscuro y tenebroso más profundo de nuestra mente. Las mitologías germánicas son rotundas a este respecto. Sílfides, hadas, seres mágicos del bosque son entidades básicamente iguales a almas vagantes o en pena. Las Hadas, cuya ‘ecología’ tiene muchas similitudes con las de las mariposas nocturnas (Grustán, 1997), son consideradas en muchas culturas como las almas de niños muertos no bautizados o bien como ángeles neutros que no conocen el cielo pero no han hecho nada para merecer el infierno (fig. 37, 39)".