Amor pasional
En la ética de Spinoza, lo bueno es lo que expande nuestra capacidad de actuar y lo malo, por el contrario, todo aquello que la limita, la disminuye. Esa capacidad de actuar parece emparentarse con la idea de libertad personal (por más que la libertad, en Spinoza ...). Las pasiones son, por definición, fuerzas que nos arrebatan, que nos dominan. Cuanto más apasionado vive un hombre menos libre es, menor es su capacidad de actuar. Así pues, en los términos spinozianos, las pasiones son malas. Yo añadiría que cuanto más apasionado vive un hombre menos es él mismo. Quizás por eso, también en planteamientos filosóficos centrados en el conocimiento (y crecimiento) personal, las pasiones son malas (piénsese, por ejemplo, en el budismo).
Por cierto, pasión pertenece al mismo campo semántico que pasividad, que padecer ... Y no es casual, porque efectivamente, cuando la pasión se apodera de nosotros pasamos a padecerla, a ser sujetos pasivos de esas fuerzas tempestuosas. No somos los dueños de nosotros mismos, hemos perdido (o visto muy sensiblemente limitada) nuestra capacidad de actuar, de dominar nuestros actos. Somos (recurramos al cursi lenguaje de la telenovela, herencia de la novela victoriana) juguetes de la pasión, plumas en el vendaval de los sentimientos, una barquita desarbolada en un mar embravecido ...
Pero, ¿qué es la pasión? De todas las acepciones que da el DRAE nos quedamos con la quinta, sexta y séptima: perturbación o afecto desordenado del ánimo, inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona, y apetito o afición vehemente a algo. La acepción sexta parece apuntar hacia la pasión específicamente amorosa, hacia el amor pasional. Quizás sea esta modalidad la más interesante, porque es la que mejor prensa tiene y, por tanto, más chocante resultaría defender que el amor pasional, como cualquier pasión, es algo malo. ¿Qué entiendo yo por la pasión amorosa? Pues ese estado de ánimo por el cual lo que más deseas (casi lo único) es estar con la persona que amas y que esa persona te ame también a ti y también lo que más desee sea estar contigo. Esos deseos son tan intensos que absorben casi toda nuestra capacidad racional de modo que, efectivamente, estamos dominados por la pasión. Esta pasión amorosa suele llamarse también estar enamorado.
No creo que, honestamente, pueda discutirse que la pasión amorosa es algo malo, si aceptamos como malo todo aquello que no nos hace progresar en un mayor crecimiento personal, en un mayor conocimiento de nosotros mismos, en una transformación hacia mejor de nuestros caracteres. Sin embargo, lo que para mí, desde la serenidad, está clarísimo, es negado, desde la vehemencia, por una aplastante mayoría de personas (y si la estadística se hace entre las mujeres, casi casi unanimidad). El enamoramiento, dicen tantos, es algo maravilloso. ¿Por qué? Porque sientes intensamente, porque las endorfinas se te disparan. Parece que los humanos (¿todos?) tenemos una cierta adicción emocional; no queremos tanto ser libres como someternos a la dependencia del sentimiento. Ansiamos que nos posea el Amor tirano del cual se quejaba (con la boca chica) Góngora: Amadores desdichados / que seguís milicia tal, / decidme qué buena guía / podéis de un ciego sacar, / de un pájaro qué firmeza, / qué esperanza de un rapaz, / que galardón de un desnudo, / de un tirano, ¿qué piedad?
En sus afanes de defender la pasión amorosa oigo a quienes sus argumentos me recuerdan los de drogadictos alabando las sustancias de las que dependen, sin querer ver (o admitir) que confunden la realidad con lo que, desde sus carencias, quisieran que fuera. Así, a veces he sostenido, en diálogos de sordos, que el amor pasional no es verdadero amor, pues no es un sentimiento que se proyecta hacia el bien del otro sino, por el contrario, busca primordialmente cubrir la propia necesidad de ser amado, calmar la ansiedad de nuestra intrínseca soledad. El amor de verdad (lo que para mí es el amor de verdad, aclaro) es otra cosa; es, por cursi que parezca, un sentimiento que nace y crece con la bondad y, por tanto, cultivarlo sí que creo que es un camino adecuado para el desarrollo personal, para progresar en la felicidad y en el conocimiento. Ahora bien, de lo que estoy hablando muy poquito tiene que ver con ese amor pasional tan celebrado y sacralizado en nuestra cultura, hasta el punto que los esquemas del romanticismo (que, por cierto, no tiene mucho más de ciento cincuenta años) los tenemos bien metidos en el cerebro. El amor del que hablo no sabe de posesiones (ni, por tanto, de celos), no exige ni necesita nada sino simplemente ofrece ... La pena es que la mayoría de quienes me estén leyendo pensarán: si, si, muy bonito; pero eso son chorradas, amar así no es posible y, en todo caso, alguien que ame así no ama de verdad. Pues muy bien.
PD: De lo anterior no se deduzca que estoy en contra de que la gente se enamore. En la vida hay que probar de todo (a ser posible cada cosa en su momento) y aprender de todo. Ahora de ahí, a poner el enamoramiento como el estado ideal, la meta deseada ... Pero, dejémonos de bobadas y escuchemos a Led Zeppelin (necesitaba una excusa para subir alguna canción suya; de ahí este post).
Por cierto, pasión pertenece al mismo campo semántico que pasividad, que padecer ... Y no es casual, porque efectivamente, cuando la pasión se apodera de nosotros pasamos a padecerla, a ser sujetos pasivos de esas fuerzas tempestuosas. No somos los dueños de nosotros mismos, hemos perdido (o visto muy sensiblemente limitada) nuestra capacidad de actuar, de dominar nuestros actos. Somos (recurramos al cursi lenguaje de la telenovela, herencia de la novela victoriana) juguetes de la pasión, plumas en el vendaval de los sentimientos, una barquita desarbolada en un mar embravecido ...
Pero, ¿qué es la pasión? De todas las acepciones que da el DRAE nos quedamos con la quinta, sexta y séptima: perturbación o afecto desordenado del ánimo, inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona, y apetito o afición vehemente a algo. La acepción sexta parece apuntar hacia la pasión específicamente amorosa, hacia el amor pasional. Quizás sea esta modalidad la más interesante, porque es la que mejor prensa tiene y, por tanto, más chocante resultaría defender que el amor pasional, como cualquier pasión, es algo malo. ¿Qué entiendo yo por la pasión amorosa? Pues ese estado de ánimo por el cual lo que más deseas (casi lo único) es estar con la persona que amas y que esa persona te ame también a ti y también lo que más desee sea estar contigo. Esos deseos son tan intensos que absorben casi toda nuestra capacidad racional de modo que, efectivamente, estamos dominados por la pasión. Esta pasión amorosa suele llamarse también estar enamorado.
No creo que, honestamente, pueda discutirse que la pasión amorosa es algo malo, si aceptamos como malo todo aquello que no nos hace progresar en un mayor crecimiento personal, en un mayor conocimiento de nosotros mismos, en una transformación hacia mejor de nuestros caracteres. Sin embargo, lo que para mí, desde la serenidad, está clarísimo, es negado, desde la vehemencia, por una aplastante mayoría de personas (y si la estadística se hace entre las mujeres, casi casi unanimidad). El enamoramiento, dicen tantos, es algo maravilloso. ¿Por qué? Porque sientes intensamente, porque las endorfinas se te disparan. Parece que los humanos (¿todos?) tenemos una cierta adicción emocional; no queremos tanto ser libres como someternos a la dependencia del sentimiento. Ansiamos que nos posea el Amor tirano del cual se quejaba (con la boca chica) Góngora: Amadores desdichados / que seguís milicia tal, / decidme qué buena guía / podéis de un ciego sacar, / de un pájaro qué firmeza, / qué esperanza de un rapaz, / que galardón de un desnudo, / de un tirano, ¿qué piedad?
En sus afanes de defender la pasión amorosa oigo a quienes sus argumentos me recuerdan los de drogadictos alabando las sustancias de las que dependen, sin querer ver (o admitir) que confunden la realidad con lo que, desde sus carencias, quisieran que fuera. Así, a veces he sostenido, en diálogos de sordos, que el amor pasional no es verdadero amor, pues no es un sentimiento que se proyecta hacia el bien del otro sino, por el contrario, busca primordialmente cubrir la propia necesidad de ser amado, calmar la ansiedad de nuestra intrínseca soledad. El amor de verdad (lo que para mí es el amor de verdad, aclaro) es otra cosa; es, por cursi que parezca, un sentimiento que nace y crece con la bondad y, por tanto, cultivarlo sí que creo que es un camino adecuado para el desarrollo personal, para progresar en la felicidad y en el conocimiento. Ahora bien, de lo que estoy hablando muy poquito tiene que ver con ese amor pasional tan celebrado y sacralizado en nuestra cultura, hasta el punto que los esquemas del romanticismo (que, por cierto, no tiene mucho más de ciento cincuenta años) los tenemos bien metidos en el cerebro. El amor del que hablo no sabe de posesiones (ni, por tanto, de celos), no exige ni necesita nada sino simplemente ofrece ... La pena es que la mayoría de quienes me estén leyendo pensarán: si, si, muy bonito; pero eso son chorradas, amar así no es posible y, en todo caso, alguien que ame así no ama de verdad. Pues muy bien.
PD: De lo anterior no se deduzca que estoy en contra de que la gente se enamore. En la vida hay que probar de todo (a ser posible cada cosa en su momento) y aprender de todo. Ahora de ahí, a poner el enamoramiento como el estado ideal, la meta deseada ... Pero, dejémonos de bobadas y escuchemos a Led Zeppelin (necesitaba una excusa para subir alguna canción suya; de ahí este post).
CATEGORÍA: Reflexiones sobre emociones
A mí tampoco me gusta perder la razón, ...así que no te la voy a dar.
ResponderEliminarEs broma. Qué te voy a decir yo en esta etapa de mi vida. Prefiero un amor sereno y alegre, como el que tengo, que pasarme el día sufriendo por un amor locamente apasionado (como dice la canción).
Así que tiene usted toooda la razón
Besos
¿No escribiste ya un post sobre la pasión? ¿Éste es continuación de aquel? ¿Tenemos que repasar el antiguo antes de leer éste?
ResponderEliminarA ver si mañana con un poquito de tiempo lo vuelvo a leer y te comento.
Besos.
Estoy de acuerdo.
ResponderEliminarUn saludo.
La pasión es agotadora y, por tanto el enamoramiento, ídem. Ahora la gente parece creer que esa pasión continua, ese subidón hormonal es el auténtico amor y al auténtico amor lo tachan de monótono y aburrido. Bueno, ellos se lo pierden. Yo me quedo con la serenidad que de lo otro ya tuve.
ResponderEliminarBesos
No sé cómo se me escapó este post tuyo, lo he visto leyendo a Raquel. Te contesto en su blog.
ResponderEliminarhttp://buscomisitio.blogspot.com/2007/10/alteraciones-hormonales.html