Periodismo infame
A Juanma, periodista que no es infame
El problema viene de lejos y está ya tan extendido que casi todos hemos sido abducidos en sus fauces. Me refiero a la omnipresencia impune de la mentira y la desinformación, practicada con malévolo entusiasmo por la mayoría de quienes se califican de periodistas aunque no pasen de ser repugnantes proxenetas de la verdad, a la que prostituyen sin el menor escrúpulo, despreciando los más elementales principios de su profesión, si es el que alguna vez los conocieron. En el ámbito político, nos venden como noticias lo que solo son manipulaciones interesadas de los hechos, sacándolos fuera de contexto, omitiendo los que no conviene, falseándolos y, por supuesto, exagerando y distorsionando las conclusiones que de ello extraen suplantando el razonamiento lógico por ejercicios sofistas y mendaces basados en juicios apriorísticos de intenciones (siempre condenatorios, claro está). A ello añádase la absoluta falta de respeto a las personas, los insultos y la incapacidad patológica de estos “profesionales de la comunicación” de rectificar sus miserables discursos cuando quedan en evidencia las falacias.
Lo grave es que este periodismo dominante tiene éxito y contribuye muy eficazmente a modelar nuestras opiniones; al fin y al cabo, de eso se trata. Sin duda, los alcahuetes de los medios lo saben y lo quieren –para eso les pagan–. Arropados en su soberbia, se convierten en los proclamadores autorizados de verdades tajantes, sin matices. Naturalmente, tan absolutas son las unas como las contrarias, lo que obliga a los lectores, oyentes y televidentes a tomar partido: unos mienten siempre y otros siempre son veraces. Naturalmente, cada uno concede fiabilidad a los que dicen lo que queremos pensar. No nos interesa contrastar las mal llamadas noticias (ir a las fuentes, por ejemplo), para qué, si lo único que buscamos es confirmar nuestros prejuicios. Y así esos prejuicios los vamos extremando, engordando gracias al alimento contaminado con que nos intoxican los medios. No hay espacio más que para la exageración, no tiene cabida en este circo la reflexión, el debate inteligente, la crítica argumentada. La conclusión es evidente: cada vez somos más imbéciles y, además, imbéciles exaltados. Y un país de imbéciles exaltados tiene muy poco futuro. Por cierto, no me digan que los españoles no son tontos, como continuamente repiten políticos y periodistas, otra mentira para legitimar sus comportamientos deshonestos; si no fuéramos tan imbéciles éstas no prosperarían.
Basta leer, escuchar o ver cualquier noticia para comprobar –si nos tomamos la molestia de escarbar mínimamente en ella– que se presenta casi siempre distorsionada, cuando no es claramente falsa. Tomemos, por ejemplo, una de las últimas: el tratamiento que ha dado un tal Antonio Naranjo –colaborador en varios programas de radio y televisión– a la entrevista que el periódico británico The Guardian hizo a Alberto Garzón, ministro español de Consumo. Ayer lo vi en el programa Todo es Mentira, de Cuatro, donde afirmó que “un ministro del gobierno de España se ha ido al extranjero a decir que en España un sector del que viven dos millones y medio de personas y que tiene un impacto laboral y económico decisivo en este país lo que hace es maltratar animales y exportar al extranjero carne en mal estado. La presentadora entonces apunta: “vamos a aclarar si ha dicho eso o no ha dicho eso” y Naranjo la interrumpe: “No, no, lo ha dicho, lo ha dicho”. Cuando le leen lo que ha dicho el ministro –que no es lo que él dice que ha dicho–, desdeñosamente dice “sí, si, yo también lo he leído. Garzón ha dicho lo que ha dicho”, sin que la evidencia de su mentira le sonroje lo más mínimo ni le impida seguir manteniéndola.
No saciado con su intervención televisiva de ayer, Naranjo publica hoy en un diario digital un artículo de opinión bajo el irrespetuoso título “Albertito Garzón”. Por supuesto, no hay ni una sola frase que merezca siquiera un aprobado raspado por su valía informativa. Dando por sentado, como si de un axioma se tratase, que el ministro dijo que España exporta carne en mal estado de animales maltratados, el artículo no es otra cosa que un rastrero ataque personal carente del más mínimo ingenio cuyo contenido es solo un encadenamiento de faltas de respeto e insultos a Garzón (y de paso a sus compañeros de Gabinete): “tonto de solemnidad”, “lechuguino”, que sufrió algún tipo de trauma infantil, que está loco, que no lo soportan ni sus socios. Como puede comprobarse, un escrito de excelso nivel intelectual.
Por supuesto, Garzón –que no puede ser tan tonto ni tan loco como lo tildan– no dijo lo que Naranjo (y muchos otros “periodistas”) afirman contundentemente que dijo. Puede consultarse la entrevista de The Guardian en internet para verificarlo. Efectivamente cargó contra la mega granjas, señalando simplemente los graves efectos negativos de las mismas y, en especial, su insostenibilidad ambiental (no voy a extenderme sobre este asunto del que, por otra parte, hay abundante literatura). En la versión de internet, se cita “then they export this poor quality meat from these ill-treated animals” (luego exportan esta carne de baja calidad proveniente de esos animales maltratados). Según Garzón, lo que él dijo no fue exactamente eso y, para probarlo (aunque no es una prueba), ha publicado en twitter la transcripción de lo que contestó al periodista de The Guardian cuando le preguntó por el tema de la carne: “Es una carne de peor calidad, es un maltrato animal además lo que se produce y es un impacto ecológico descomunal y desproporcional”. En todo caso, tomemos cualquiera de las dos versiones, el ministro NO dijo que España exporta carne en mal estado. Por tanto, es incuestionable que Antonio Naranjo miente.
Ahora bien, ¿le interesa a Naranjo que haya una discusión seria y serena sobre el asunto de las macrogranjas como él mismo afirmó con descarado cinismo ayer en Cuatro?. Por supuesto que no; al contrario, su actuación muestra a las claras que justamente lo que pretende es que tal debate no se produzca. Para ello utiliza prácticas que, no por viejas y recurrentes, son menos eficaces (no hace falta innovar demasiado las estafas intelectuales para que sigan funcionando) que se resumen en desviar la atención. Así, lo relevante no es conocer la calidad de la carne de las mega granjas o su impacto ambiental, asunto que revisten capital importancia. No, en lo que debemos fijarnos es en que el sector tiene un peso económico y laboral muy grande, en que el ministro está coaccionando la libertad de los españoles y en que denigra a España en el extranjero. Consideraciones todas ellas que no solo eluden la cuestión central sino que son de una debilidad argumentativa pasmosa.
En cuanto a los empleos, desconozco el dato, pero teniendo en cuenta que los trabajadores del sector primario no llegaron en 2020 a un millón, cabe concluir que 2,5 millones de empleos en las mega granjas es otra mentira más. En todo caso, sea cuál sea la contribución al empleo de este sector, no basta para defenderlo a capa y espada, sobre todo si se demuestra que es dañino; también el cultivo de la coca produce mucho empleo y riqueza en Colombia. Lo de coaccionar la libertad de los españoles inmiscuyéndose en sus hábitos alimentarios (esto no se lo he oído a Naranjo pero sí a Pablo Casado) es otra tontería. Recomendar hábitos saludables de consumo me parece que es justamente una de las funciones del Ministerio de Garzón y de hecho es lo que vienen haciendo desde hace tiempo los sucesivos gobiernos de España y del resto del mundo. Compárese la tibia sugerencia del ministro de que comamos menos carne con la política institucional contra el tabaco, que cada vez se aproxima más a la prohibición. El debate sobre hasta dónde puede el Estado intervenir sobre la libertad de consumo de los ciudadanos daría mucho juego (no es el momento), pero lo que no puede decirse es que las palabras de Garzón sean de los ejemplos más flagrantes de intervencionismo. Finalmente, lo de denigrar a España me parece la más chabacana y miserable de las burdas acusaciones. No comparto en absoluto ese concepto cerril de patriotismo que a lo único que conduce es a que nuestro país sea cada día más cutre. Los mejores patriotas que ha habido en nuestra historia han sido quienes han denunciado nuestros males y a causa de ello, en la inmensa mayoría de los casos, han sido insultados, marginados, exiliados y no pocas veces muertos.
Pero no voy a enrollarme más porque no es el objeto de este post discutir sobre la ganadería intensiva ni siquiera insistir demasiado en las obvias falacias de Antonio Naranjo. Al fin y al cabo, este señor no es más que uno entre tantísimos de los que hacen posible el infame periodismo dominante, uno entre tantísimos de los que contribuyen a idiotizar a los españoles (porque a los españoles nos gusta que nos idioticen); uno entre tantísimos de los que se dedican a avivar las pasiones y los odios –juego altamente peligroso pero al que tan aficionados somos los españoles–. Desde luego, lo apunto entre la muy abundante lista de desinformadores, de periodistas tendenciosos y carentes de fiabilidad. Pero Naranjo no es más que un minúsculo botón de muestra del pobre estado de nuestros medios de comunicación, que es el problema realmente grave y que a todos debería preocuparnos.
De acuerdo, aunque ojalá sólo fuera que los españoles somos aficionados a que nos tomen por tontos, porque así sería sólo un problema que nosotros sufriríamos (mal de muchos, consuelo de tontos). Varias de estas malas tácticas las han aprendido estos miserables de la prensa americana, sin ir más lejos la Fox encarna en buena medida lo que denuncias, y hasta se puede hablar de que copian mal todos sus vicios.
ResponderEliminarSí, no somos los únicos.
EliminarDe acuerdo en todo. Sólo un comentario: creo que las nuevas tecnologías de comunicación ofrecidas actualmente por internet (postcad, YouTube, twicth,...) están creando un nuevo sector de creadores de contenido. Los jóvenes apenas ven la tele, pero si siguen estos "nuevos medios de información". Esto "democratiza" la información. Cualquier persona puede informar, ya no es monopolio de los medios tradicionales, lo que implica mayor responsabilidad individual para filtrar la verdadera información de lo que es mera propaganda. No soy optimista ya que la mayoría somos tontos y gregarios y dudo que esto vaya a cambiar. Hace 100 años se creía que con la educación pública y obligatoria esto cambiaría, pero la realidad es otra.
ResponderEliminarOtro efecto secundario vino cuando los políticos, periodistas y otros profesionales relacionados con la comunicación se abrieron perfiles en las redes sociales: todo el mundo pudo ver lo realmente tontos para tantas cosas de la vida real eran. Ha sido catastrófico.
EliminarNo termino de creerme que los "nuevos medios" estén siendo alternativa real para lograr una mejor calidad informativa. Aún así, es verdad que valen para que se oigan voces "disidentes" que cuestionan las manipulaciones cotidianas de los mass media. Tampoco yo soy optimista en este asunto, Juanka
EliminarGracias por la dedicatoria, Miroslav. Más allá de la torpeza o ingenuidad política que muestra el ministro Garzón, lo que ha dicho, en esta y en otras ocasiones, tiene base científica. La oportunidad o acierto al expresarte en el terreno de la oportunidad ya es otra cuestión, puramente subjetiva.
ResponderEliminarMe ha escandalizado la escandalera (perdón por la redundancia voluntaria) que se ha montado con sus declaraciones a The Guardian. Hay un ejemplo peor aún que el de este sujeto, el tal Naranjo, y es la portada de El Mundo alusiva a este tema, y en la que afirma que Garzón afirmó (otra redundancia más) que España exporta "carne de animales enfermos" (sic), en una descarada manipulación de la expresión inglesa "ill-treated", que en efecto significa maltratado, y nunca enfermo (ill). Y siendo algo tan sencillo de discernir, el periódico lo larga sin cortarse un pelo, en un ejercicio de mendacidad realmente escandaloso por la obviedad de la manipulación.
Garzón tiene un problema, y es su extrema debilidad política, lo que le convierte en presa fácil para todas las fuerzas político-mediáticas de la derecha, pero también para esos barones socialistas que cuando las cosas se ponen un poco feas (un poco nada más) demuestran ser más barones que varones. La reacción histérica del presidente de Aragón es realmente patética. Por tanto, Garzón está condenado a llevarse todos los palos, incluso cuando dice cosas razonables.
Y eso demuestra por otro lado su impericia política, al obviar esa regla fundamental según la cual todo mensaje reformista debe ir acompañado por la capacidad de acción suficiente para implementarlo con acciones. Y en una guerra de Garzón contra el sector cárnico, es que no hay ni pelea: lo devoran como a un pajarito y hacen salchichas con él.
De nada, Juanma, tómatelo como un acicate para resistir las tentaciones desinformativas. Tu comentario me parece muy atinado y no hace más que mostrar la gravedad de la situación. Aunque la excusa del post ha sido el reciente asunto de las declaraciones de Garzón, como imaginas lo que me preocupa es que éstas no son más que un ejemplo más de lo que es el estado de nuestro cuarto poder. Claro que el caso español tampoco es la excepción, sino la regla de nuestro mundo. Da mucha pena.
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