Cantidad y calidad
Hay gente de una fecundidad pasmosa, y no me estoy refiriendo al número de hijos. Por ejemplo, hará unos diez años, necesitábamos fichar a un profesional para que me ayudara en la dirección técnica de un trabajo especialmente complicado. Uno de los que se presentó era un arquitecto urbanista de unos 40 años con un currículum espectacular. La mayoría de su trabajo lo había desarrollado en Madrid, así que desconocíamos la veracidad de sus afirmaciones. Pero llamaba la atención que en un periodo de 15 años (desde que acabó la carrera) había participado en unos veinte planes generales, multitud de proyectos urbanísticos menores y no sé cuantas otras cosas más; todo ello, además, contratado sucesivamente por varias empresas, de modo que salía a una media de seis meses en cada puesto. Pero no todo había sido trabajar durante esos años, ya que nos enteramos de que le había dado tiempo a casarse, tener dos hijas, divorciarse, conseguir la custodia de las niñas, volverse a casar y tener una tercera hija. A mí ese currículum (quince folios recuerdo que tenía) me dio muy mala espina, simplemente no me salían las cuentas. Pese a mis reparos, el caballero fue contratado. Duró apenas seis meses (era de esperar) y ese tiempo me tocó tenerlo al lado, en el mismo despacho. ¿Qué puedo decir? Pedante hasta la náusea, muy poco productivo, estirado y maleducado y, desde luego, para nada el gran urbanista que se preciaba de ser. Sigue por aquí, trabajando por libre con los resultados previsibles: donde toca, la lía.
Calidad y cantidad no suelen ir muy de la mano y, sin embargo, hay muchos que toman la segunda como indicador de la primera. Hacer algo bien requiere trabajo y el trabajo consume tiempo. Pensemos, por ejemplo, en la obra escrita. Imaginemos dos escritores de igual capacidad creativa que dedican el mismo tiempo a su trabajo, pero distribuyéndolo de forma muy distinta. Uno de ellos, pongamos, dedica el 90% de ese tiempo a labores no directamente productivas, tales como documentarse, revisar, etc; el otro, en cambio, ocupa el 90% del mismo tiempo en escribir el producto final. Ciertamente, la cantidad producida en ese periodo temporal constante por el segundo escritor será nueve veces mayor que la del otro; análogamente, cabe esperar que la calidad de la obra del primero sea nueve veces mayor que la del segundo.
Viene esto a cuento de ciertos “escritores” prolíficos que, además, presumen de autoridad en diversos campos del saber (no me refiero ahora a escritores de ficción). Uno de ellos es César Vidal, un señor un año mayor que yo y que, sin embargo, ha alcanzado ya la cumbre máxima de la erudición que exhibe en una cuantiosa obra publicada (libros y artículos). Desde esa cúspide del conocimiento puede, y así lo hace, pontificar sobre los más diversos temas, alcanzando, gracias a un programa radiofónico (de la COPE), el envidiable estatus de referente intelectual. Parece ser que don César Vidal es doctor en Historia, Teología y Filosofía y licenciado en Derecho (no he logrado descubrir por cuáles universidades) y que ha ejercido la docencia en distintas universidades de Europa y América (tampoco he podido identificarlas). Según la reseña de una librería online, en la actualidad es catedrático de Historia en la Logos University de los USA (merece la pena visitar la página web de esa “universidad”). Es capaz de traducir dieciseis idiomas y siete los habla con soltura. Multiestudiante (etapa ya superada, supongo), docente, articulista, hombre de radio, comentarista político, escritor ... ¿Cuál es su secreto? Él mismo nos lo descubre en una entrevista: “Creo que hay dos factores importantes que me ayudan. Uno, que hago lo que me gusta, y cuando haces lo que te gusta la calidad y la cantidad de lo que haces se dispara tremendamente. Pero el segundo factor es que yo soy una persona extraordinariamente disciplinada, y a la vez flexible. Esto me permite trabajar desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche, haciendo pausas para tomar un té, abrir la correspondencia, comer o dormir la siesta. Yo creo que es cuestión de ser trapero del propio tiempo, de no tirar el tiempo nunca”.
Cuento en la base de datos del ISBN y me salen 114 títulos (he suprimido los repetidos, aunque seguro que habría debido quitar más). En la web de La Casa del Libro constan 102 libros, aunque me imagino que habrá también repetidos. Hago una muestra y obtengo que el número medio de páginas de sus libros ronda las 240. De otra parte, compruebo que nuestro autor lleva publicando desde 1987 (tenía 29 años el angelito), así que podemos estimar que en estos 20 años habrá producido (en forma de libros) unas 24.000 páginas, lo que equivale a una media de 3,3 páginas al día de forma ininterrumpida. Por más que don César trabaje de seis de la mañana a diez de la noche, él mismo reconoce que intercala el curre con otras actividades; suponiendo que no tiene compromisos familiares (¿está soltero y sin hijos?), admitamos una dedicación neta al trabajo cultural de diez horas diarias, si bien dejemos que descanse los domingos. Ahora bien, su producción industrializada de libros no es sino una faceta de su ingente quehacer intelectual; siendo generosos atribuyamos a la misma el 50% de su tiempo laboral, o sea, 30 horas semanales que, en 20 años, equivalen a unas 30.000 horas. Y ahora viene la pregunta del millón: ¿cuánto es el tiempo, expresado en horas, que el autor ha dedicado por término medio a cada página de su libro publicado? Piénsese que este tiempo suma, al de escribir directamente las palabras que la llenan, los ratos dedicados a documentarse, a revisar, a reflexionar, etc ... Pues bien, en el caso de César Vidal este valor mágico debe andar por una hora y cuarto; dicho de otra forma, “producir” un libro al señor Vidal le cuesta por término medio unas 300 horas de dedicación. Con las hipótesis antes planteadas, eso quiere decir un ritmo de un libro cada 10 semanas (dos meses y medio). Pero, atención, no nos confundamos: ese es el promedio de sus veinte años en la brecha editorial; a medida que va cogiendo el tranquillo, su fecundidad se dispara, a juzgar por el progresivo incremento de títulos año a año. En 2005 publicó 17 libros, lo que supone reducir el coste temporal por página (manteniendo las anteriores hipótesis) a la asombrosa cifra de 22 minutos. Esto es afán de superación, sí señor (a propósito, encuentro en internet alusión a unas declaraciones suyas en las que reconocía, efectivamente, que pretende mejorar este record de productividad).
La “especialidad” de don César es la Historia. No una época determinada, sino prácticamente todas; lo suyo es el saber enciclopédico. Nos habla del Antiguo Egipto, de los orígenes del cristianismo, de los masones, de la España medieval, de los romanos, de Lincoln, de Cervantes y de Lepanto y, por supuesto, de la Guerra Civil y la ominosa República (muy en la línea de otro “historiador” célebre, Pío Moa). Hemos de reconocer que tan amplio panorama temático otorga mucho más mérito a su soberbia productividad. Sería más fácil escribir una página en veinte minutos si la materia estuviera más acotada ya que requeriría dedicar menos tiempo a las necesarias tareas de documentación. Y no digamos cuánto más sencillo si, a diferencia de nuestro autor, escribimos ficción, libres de las exigencias del rigor científico. García Márquez, por ejemplo; si aplicamos a su obra novelística cálculos análogos (el hombre publica desde hace unos cincuenta años), su índice de productividad se sitúa en torno a 10 horas por página. Gabo tarda 30 veces más que Vidal en “producir” una página, y para colmo no es más que ficción.
¿Simplificaré y diré que la obra de García Márquez tiene treinta veces más calidad que la César Vidal? No, la calidad no es cuestión sólo de horas. Intuyo que aunque Vidal le dedicara a cada una de sus páginas las mismas horas que Gabo, sus textos no alcanzarían la calidad de los del colombiano. El tiempo dedicado no es condición suficiente para producir una obra de calidad, pero sí es condición necesaria. Así que, como las cifras no me cuadran, sin necesidad de leerle, estoy convencido de que la obra de César Vidal no tiene calidad. Y este señor es, según muchos, una referencia señera de nuestro panorama intelectual (Millán Astray estaría encantado); poz qué bien. Parece ser que su último libro (El camino hacia la Cultura. Lo que hay que leer, ver y escuchar) nos ofrece una inmersión apasionante en la historia, la literatura, el arte y la ciencia de la humanidad, desde sus orígenes hasta hoy. Supongo que en la línea tan apreciada entre los anglosajones, Vidal nos aporta las pertinentes listas, sus top-ten culturales. Según la editorial (Planeta), nadie mejor que César Vidal, hombre de extrema erudición, para conducirnos en esta aventura del saber. Esta obra, la más ambiciosa de cuantas ha emprendido hasta la fecha, está destinada a convertirse en todo un clásico.
Como cualquiera puede darse cuenta, este post es fruto de la más ruin envidia.
PS: Hace un par de años, cuando aun no conocía al señor Vidal, compré un librito suyo sobre los masones. Fatal y confusamente escrito, apenas me aportó nada que no supiera, amén de estar plagado de imprecisiones cuando no falacias descaradas. No he leído ninguna otra cosa suya.
Pues no puedo opinar. Sólo una reflexión si cabe. Los que no son versados en un tema y se compran ocho libros con ocho puntos de vistas distintos sobre el mismo para documentarse... ¿cómo se pueden defender de las imprecisiones de unos y otros? ¿La verdad está ahí fuera? Yo no podría detectar errores en los libros de este personaje que planteas. Pero y un historiador... ¿tiene herramientas suficientes, su información es más exacta que la del interlocutor? No sé si me sigues la idea, pero las comprobaciones matemáticas en algunos aspectos del saber son materialmente imposible de llevar a la práctica, así que seguiremos "cambiando de historia" (por poner un ejemplo) en tanto en cuanto sigan cambiando los historiadores (o físicos, o matemáticos, o legisladores.........).
ResponderEliminarBesotes.
Por el solo hecho de que Cesar Vidal sea un referente para la Cope, ya tengo suficiente en archivar a este señor y si además, despues de tus cálculos, es tan productivo, estoy contigo en que no habrá mucha calidad en sus obras.
ResponderEliminarYo tampoco puedo opinar porque no he leído nada de él. Pero puede ser que tenga "negros" que busquen la documentación y él sólo se límite a plasmarla en papel.
ResponderEliminarTambién puede ser simple y llanamente que quién mucho aprieta....
Desde luego tal y como lo planteas es imposible que tenga mucha calidad, porque quizás un libro te salga sólo porque estás inspiradisimo pero hasta los mejores escritores, necesitan tiempo para que las musas lleguen...
De César Vidal he leído algún artículo de los que publica en el Muy Interesante. Y lo único que puedo decir es que para ser historiador se le notan demasiado sus filias y fobias ideológicas.
ResponderEliminarPor cierto, muy curiosa la Logos University (¿?)
Besos
Trabajo en una librería y cada semana mis compañeros y yo esperamos ansiosos la mercancía para ver si el señor Vidal nos obsequia con otro de sus libros. Nos hacer reir horas y horas, ya sea con su contenido o con sus portadas; os recomiendo la portada de "Camino del sur", de la editorial MR.
ResponderEliminarUn saludo