La Real a segunda, me temo
Aunque cada vez menos, me sigue gustando el fútbol. Es verdad que ya apenas veo los partidos de la selección (que, desde luego, no merece jugar la próxima eurocopa) y casi ni sigo la liga. Claro que ahora, por estas fechas, es inevitable contagiarse de la emoción del final, máxime cuando, como ocurrió ayer, el título del campeonato caramboleó hasta el último minuto. Pero aunque el interés mayoritario (y también el mío) esté dirigido hacia el Madrid y el Barça (el Sevilla ya ...), más me preocupa lo que pasa por los últimos puestos de la clasificación. Porque resulta, lo confieso, que mi equipo de toda la vida es la Real Sociedad y este año sólo un milagro impedirá que vuelva a segunda, división en la que no compite desde hace 40 años.
Mi madre me había contado que, en su infancia y juventud en Sanse, a la Real la llamaban el ascensor, por eso de andar subiendo y bajando. Hasta hace un rato que he entrado en la web del club donostiarra, creía que en toda mi vida los banquiazules habían estado en primera. No fue así: de la temporada 62-63 a la 66-67 estuvo en segunda. Pero yo por esos años era muy pequeñajo. Mis primeros recuerdos de afición al fútbol van unidos siempre a la Real y a la primera división. La primera vez que fui a un estadio fue al viejo Atocha, allá por los últimos años de los sesenta.
Ser de la Real en los años escolares, no viviendo en San Sebastián, era ser un poco bicho raro. Pero también daba un cierto prestigio; en aquellos años lo vasco no provocaba tantas pasiones. Por otra parte, mi afición despertaba esa simpatía condescendiente de los que ven a un rival inofensivo. La pobre Real, normalmente hacia la mitad de la tabla, no inquietaba a los madridistas o culés que eran la mayoría de mis compañeros de colegio. Incluso, creo yo, ser de un equipo así te daba un aura algo romántica, revestía de una dignidad austera en claro contraste con la antipática soberbia de los que estaban acostumbrados a ganar. Vamos, el buen rollito de los modestos.
Hubo, por supuesto, dos excepciones gloriosas: los títulos de las ligas 80-81 y 81-82. Me acuerdo especialmente de la primera; fue el domingo 26 de abril del 81. Tenía 21 años, acababa de empezar a trabajar y salía con una chica que ese verano, en Torremolinos, intentaría clavarme unas tijeras de cocina por la espalda (esa es otra historia). Pero por entonces no había descubierto que estaba algo más que un poco loca y sí en cambio que me parecía preciosa. Estábamos echados en algún cesped de la complutense madrileña, besuqueándonos y acariciándonos, con un pequeño transistor a pilas funcionando a nuestra vera (poco adecuado, lo sé, pero la Real podía ganar su primera liga). La Real había llegado a esa última jornada con un punto de ventaja sobre el Madrid y, además, con mejor "goal-average" entre ambos. El Madrid jugaba en Valladolid, la Real en Gijón. Acabó el partido en Zorrilla con la victoria del Madrid (1-3); en el Molinón seguían jugando y la Real iba perdiendo por 2 a 1. Ya era el minuto 90, la Real atacaba pero el Sporting estaba herméticamente cerrado; mientras, en Valladolid los jugadores del Madrid permanecían en el campo mirando el marcador simultáneo; yo carcomido, maldiciendo la suerte blanca que iba a impedir, por segundo año consecutivo, que mi equipo ganara la liga. Y entonces Górriz, a un despeje de puños del portero gijonés, pegó un patadón desde lejos; espantosamente malo pero, como ocurre con frecuencia en el fútbol, se convirtió en un pase magnífico que recogió Zamora dentro del área para fusilar la portería asturiana. Gol y prácticamente final; la Real ganaba el campeonato por primera vez en su historia; Juanito (aquel jugador del Madrid que murió años después en un accidente de coche) se tiraba al cesped de Zorrilla y lo golpeaba con rabia. Esa ha debido ser la primera y única vez en mi vida que una alegría deportiva tuvo expresión erótica (a pesar de que aquella chica fuera madridista).
Esa Real (la de Arconada, Celayeta, Perico Alonso, Zamora, Idígoras, Bakero, Satrústegui, López Ufarte y otros) fue la base de la selección que al año siguiente tan mal papel hizo en el mundial que se organizó en España. No es que jugaran un fútbol maravilloso (mejor defensa que ataque) ni muy bonito de ver, pero ... ¿qué me importaba? Dos ligas seguidas que me gocé en los años en que más disfrutaba con esas cosas.
Y desde entonces, pues más pena que gloria, pero rara vez peligrando su permanencia en la llamada "división de honor". Salvo estas últimas temporadas, que se ha dedicado a coquetear con el descenso que, como ya he dicho, se consumará el próximo fin de semana salvo milagro. ¿Qué milagro? Pues no me he puesto a analizar todas las remotas combinaciones (ni ganas), pero pasa por ganar en Valencia y que pierdan al menos dos de los tres siguientes: el Celta (que juega en casa contra el Getafe), el Betis (que juega en Santander) o el Bilbao (que juega en casa con el Levante). Muy muy muy complicado. Así que, para qué engañarnos, ya estoy bastante resignado.
Tampoco es que me importe mucho, la verdad. Pero no puedo evitar un poco de penita, como si la bajada de la Real simbolizara algo que me concierne (que absurdo, ¿no?). Habrá que confiar en que funcione pronto el ascensor y no se pase demasiado tiempo en segunda. Sea como sea, me ha dado para escribir un post sobre fútbol, algo que no me habría imaginado.
Mi madre me había contado que, en su infancia y juventud en Sanse, a la Real la llamaban el ascensor, por eso de andar subiendo y bajando. Hasta hace un rato que he entrado en la web del club donostiarra, creía que en toda mi vida los banquiazules habían estado en primera. No fue así: de la temporada 62-63 a la 66-67 estuvo en segunda. Pero yo por esos años era muy pequeñajo. Mis primeros recuerdos de afición al fútbol van unidos siempre a la Real y a la primera división. La primera vez que fui a un estadio fue al viejo Atocha, allá por los últimos años de los sesenta.
Ser de la Real en los años escolares, no viviendo en San Sebastián, era ser un poco bicho raro. Pero también daba un cierto prestigio; en aquellos años lo vasco no provocaba tantas pasiones. Por otra parte, mi afición despertaba esa simpatía condescendiente de los que ven a un rival inofensivo. La pobre Real, normalmente hacia la mitad de la tabla, no inquietaba a los madridistas o culés que eran la mayoría de mis compañeros de colegio. Incluso, creo yo, ser de un equipo así te daba un aura algo romántica, revestía de una dignidad austera en claro contraste con la antipática soberbia de los que estaban acostumbrados a ganar. Vamos, el buen rollito de los modestos.
Hubo, por supuesto, dos excepciones gloriosas: los títulos de las ligas 80-81 y 81-82. Me acuerdo especialmente de la primera; fue el domingo 26 de abril del 81. Tenía 21 años, acababa de empezar a trabajar y salía con una chica que ese verano, en Torremolinos, intentaría clavarme unas tijeras de cocina por la espalda (esa es otra historia). Pero por entonces no había descubierto que estaba algo más que un poco loca y sí en cambio que me parecía preciosa. Estábamos echados en algún cesped de la complutense madrileña, besuqueándonos y acariciándonos, con un pequeño transistor a pilas funcionando a nuestra vera (poco adecuado, lo sé, pero la Real podía ganar su primera liga). La Real había llegado a esa última jornada con un punto de ventaja sobre el Madrid y, además, con mejor "goal-average" entre ambos. El Madrid jugaba en Valladolid, la Real en Gijón. Acabó el partido en Zorrilla con la victoria del Madrid (1-3); en el Molinón seguían jugando y la Real iba perdiendo por 2 a 1. Ya era el minuto 90, la Real atacaba pero el Sporting estaba herméticamente cerrado; mientras, en Valladolid los jugadores del Madrid permanecían en el campo mirando el marcador simultáneo; yo carcomido, maldiciendo la suerte blanca que iba a impedir, por segundo año consecutivo, que mi equipo ganara la liga. Y entonces Górriz, a un despeje de puños del portero gijonés, pegó un patadón desde lejos; espantosamente malo pero, como ocurre con frecuencia en el fútbol, se convirtió en un pase magnífico que recogió Zamora dentro del área para fusilar la portería asturiana. Gol y prácticamente final; la Real ganaba el campeonato por primera vez en su historia; Juanito (aquel jugador del Madrid que murió años después en un accidente de coche) se tiraba al cesped de Zorrilla y lo golpeaba con rabia. Esa ha debido ser la primera y única vez en mi vida que una alegría deportiva tuvo expresión erótica (a pesar de que aquella chica fuera madridista).
Esa Real (la de Arconada, Celayeta, Perico Alonso, Zamora, Idígoras, Bakero, Satrústegui, López Ufarte y otros) fue la base de la selección que al año siguiente tan mal papel hizo en el mundial que se organizó en España. No es que jugaran un fútbol maravilloso (mejor defensa que ataque) ni muy bonito de ver, pero ... ¿qué me importaba? Dos ligas seguidas que me gocé en los años en que más disfrutaba con esas cosas.
Y desde entonces, pues más pena que gloria, pero rara vez peligrando su permanencia en la llamada "división de honor". Salvo estas últimas temporadas, que se ha dedicado a coquetear con el descenso que, como ya he dicho, se consumará el próximo fin de semana salvo milagro. ¿Qué milagro? Pues no me he puesto a analizar todas las remotas combinaciones (ni ganas), pero pasa por ganar en Valencia y que pierdan al menos dos de los tres siguientes: el Celta (que juega en casa contra el Getafe), el Betis (que juega en Santander) o el Bilbao (que juega en casa con el Levante). Muy muy muy complicado. Así que, para qué engañarnos, ya estoy bastante resignado.
Tampoco es que me importe mucho, la verdad. Pero no puedo evitar un poco de penita, como si la bajada de la Real simbolizara algo que me concierne (que absurdo, ¿no?). Habrá que confiar en que funcione pronto el ascensor y no se pase demasiado tiempo en segunda. Sea como sea, me ha dado para escribir un post sobre fútbol, algo que no me habría imaginado.
CATEGORÍA: Recuerdos
Oye espero que cuentes lo de la chica esa, jajaja.
ResponderEliminarEstoy con Amaranta: tienes que contar lo de esa chica :D
ResponderEliminarBesos
A mi me da muchísima pena. Primero porque soy de allí, segundo porque mi padre escribía deportes en el Diario Vasco y en casa se seguía mucho lo que hacía la Real. Y la Real de la que hablas.....me acuerdo mucho de ella y yo era pequeña pero conocí (por mi padre a unos cuantos). Y por último, "Alberto" era el hijo del entrenador de esa Real.
ResponderEliminarLo dicho, me da muchísima pena que baje a segunda!!!
Pues el futbol lo siento como algo tan ajeno a mí que no se me ocurre nada que comentar. Me uno al coro que pide que cuentes lo de la chica de las tijeras.
ResponderEliminarTú vete llorando por tu Real, que yo haré lo mismo por mi Betis...
ResponderEliminarDe todos modos, los altibajos de mi equipo son algo que tienes que aceptar como parte de su naturaleza. Mantenerte fiel pese a todo se resume en el famoso "Viva el Beti, manque pierda". 40 años sin probar la segunda es algo impensable para nosotros.
Que te sea leve (a mí tampoco me importa demasiado lo del Betis, que conste, no soy fanática, pero me da penita que vaya tan mal, baje o no a segunda; y más, cuando le va tan bien al enemigo, claro, los palanganas... jajajaja)
Besotes
Detallazo de comentario el tuyo. Zanks
ResponderEliminarÁnimo. Os esperamos en primera (si es que no nos cruzamos en el ascensor al final de la próxima liga, con destinos opuestos; que con el Beti, nada está garantizado...)
Besazo