sábado, 11 de agosto de 2018

Etapa 5: Santa Úrsula - La Orotava

El día está muy nublado y la temperatura en torno a los veinte grados (¡y es agosto!), clima perfecto para caminar, así que salgo poco después de almorzar. Dejo el coche junto a la parada de guagua del jueves, en el Calvario de Santa Úrsula. Hoy llegaré a La Orotava, pero no quiero ir por la carretera general, sino subir a la parte alta y entrar a la Villa desde arriba. Así que, después de ver con agrado que el Cabildo está rehabilitando para equipamiento público una bonita casa verde que desde siempre me ha gustado, camino unos cuatrocientos metros hasta el inicio de la carretera nueva de La Corujera: venga, a gastar fuerzas cuesta arriba. Poco hay que reseñar en este tramo de kilómetros y medio y un desnivel de 150 metros: a mano derecha se ha desarrollado una urbanización de viviendas unifamiliares con calles sensiblemente horizontales que enlazan esta carretera con otro eje paralelo hacia el Suroeste (Camino Los Morales); hay también, en una curva del trazado, un parque público cuya frondosa vegetación le da un aspecto muy agradable. A partir justamente de ese parque, la carretera cambia su orientación y disminuye la pendiente, discurriendo casi paralela a la costa y, al estar mucho menos edificada, ofreciendo unas panorámicas magníficas hacia el mar. Paso por un centro sociosanitario municipal (debe ser un club de día para ancianos) y luego, tras una curva cerrada típica de carretera de montaña, me encuentro con un acceso a la calle Tamaide lo que, a costa de aumentar la pendiente, me permite acortar la distancia y salir directamente a la calle del Pino Alto, ya por encima de los 500 metros sobre el mar. La calle del Pino Alto sigue subiendo, sin que tampoco merezca regalarle elogio alguno: un paisaje muy bello estropeado por edificaciones de pésima calidad y gusto. Al cruzar el barranco del Pino se entra en el municipio de La Orotava y cambia el nombre de la vía para llamarse José Valladares Yumar. Este hombre sufrió en 1936 un juicio sumarísimo por hablar mal del ejército rebelde, aunque no he podido averiguar nada más sobre él. La calle sigue subiendo todavía un poco máshasta alcanzar la cumbre hacia donde nace la Cuesta Bacalao, en la que se erige la ermita de este núcleo de Pino Alto, una edificación reciente con frente a una espantosa plaza perimetrada con la horrible y omnipresente balaustrada blanca de hormigón. Llevo una hora caminando para recorrer poco más de tres kilómetros y medio, pero es que he subido 325 metros. Lo que me resta de ruta es prácticamente todo de bajada.


Una vez que se pasa el caserío y se despeja la vista de la ladera hacia el mar (más o menos en la confluencia con el callejón Los Dátiles) la calle Valladares Yumar se torna en un recorrido precioso, magnífico. Serpenteando en un acusado descenso, a mano izquierda se ve la falda empinada y arbolada y a mano derecha, protegida la marcha por un quitamiedos de poste cilíndrico de madera, se abre el Valle de La Orotava: los cultivos, el mar y, cómo no, la mancha de aceite de la edificación desparramada. Un recorrido del que disfruto durante algo más de un kilómetro (la parte última es casi llana, con los accesos a algunas fincas con casonas agrarias), felicitándome de haberlo descubierto, pues no recuerdo haber pasado nunca por aquí. Acaba este camino en una curva para cruzar el barranco de Los Barbuzanos y a partir de ahí, al entrar en el núcleo de La Florida, pasa a llamarse Camino de los Guanches. Paso este feo núcleo de población, cruzo en pronunciada curva el barranco de la Quiquira o de Los Frontones y llego a una glorieta donde el Camino de los Guanches desemboca en la carretera TF-21, que es la que va desde La Orotava al Teide. Durante 1.200 metros sigo esta carretera hasta llegar a otra glorieta donde empieza la TF-324 (carretera a Los Realejos). Los primeros 300 metros de esta carretera, con el nombre de avenida la Torrita, es una vía de borde urbano, pero al llegar a la calle León –y cambiar el nombre a calle Pescote– pasa a ser un eje que atraviesa la población, en concreto la parte del Centro Histórico que corresponde a la Villa de Arriba, un segundo núcleo que se desarrollaría durante el siglo XVII. Ya estoy en La Orotava, dentro del perímetro declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1976; un casco de altísimo valor patrimonial, de lo mejorcito que hay en Canarias.


Visitar el Centro Histórico de La Orotava con un mínimo detalle requiere echarle unas cuantas horas y no es éste el objeto de mi visita de hoy (aparte que lo tengo bastante pateado). No obstante, aprovechando que estoy aquí hago un recorrido zigzagueante para pasar por los principales hitos urbanos y arquitectónicos de esta preciosa ciudad. Empiezo así por la Iglesia de San Juan Bautista, que empezó siendo una ermita a principios del XVII para dar servicios de culto a los vecinos de esta Villa de Arriba y evitarles bajar hasta La Concepción. En 1681 se convirtió en parroquia y ya en el XVIII se empezó la construcción de la actual iglesia, cuyas obras, incluyendo ampliaciones y reformas, se prolongarían hasta el XIX. Es un templo de una sola nave con planta de cruz latina y un estilo de marcada influencia portuguesa. No es precisamente un monumento que me guste demasiado, pero no está mal como acceso al centro histórico. Justo pegada a la plaza de la Iglesia, frente a la misma calle San Juan, hay un coqueto jardín cercado al que le han bautizado como plaza (que no lo es) de Fernando Fuentes. No sé quién fue este señor, pero dentro del jardín, además de una fuente, hay una estatua de un señor con gafas y los brazos cruzados que resulta ser Rómulo Betancourt, el que fuera dos veces presidente de Venezuela (entre el 45 y el 48 y entre el 59 y el 64). En junio de 1981, solo tres meses antes de morir, Betancourt vino a La Orotava a conocer el pueblo natal de su padre, quien había emigrado a principios de siglo. Justo enfrente de la placita está la “Casa de la Cultura Rómulo Betancourt”, corroborando el homenaje de la ciudad a uno de sus “nietos” ilustres, que tal alto llegó en el país al que más estrechamente vinculados se sienten los tinerfeños.

Pero no bajo por la calle San Juan sino que vuelvo a Pescote para entrar, tres manzanas más adelante, por la calle Doctor Domingo González García. Esta calle es el eje principal de los molinos de agua de La Orotava; hubo trece de estas máquinas hidráulicas que aprovechaban la fuerza del agua proveniente de los manantiales de los altos Aguamansa, para diversas funciones, la principal la molienda del gofio. Mientras camino paso por delante de dos de los sobrevivientes, con sus características estructuras en arco (creo que son el octavo y el noveno, contando desde arriba). Un poco más abajo aparece la plaza de San Francisco, enfrente de la cual está el complejo de la Iglesia del mismo nombre con el Hospital de la Santísima Trinidad, hoy reconvertido en asilo y residencia de ancianos. El edificio fue construido en el siglo XIX sobre los restos del antiguo convento de San Lorenzo (conocido como el Escorial de Canarias por su monumentalidad), que fue destruido por un incendio. En su construcción se reutilizaron las partes salvadas de este incendio, como la portada barroca de cantería de la iglesia, la escalera de acceso a la zona de clausura o las galerías del patio interior.

Doblo a continuación por la calle Hermano Apolinar, que hace honor a un religioso nacido en Lorena que fue el primer Director del Colegio San Isidro de la Villa de La Orotava entre 1909 y 1937 (hay otro hermano Apolinar, también lasallista y contemporáneo de éste, pero de Alsacia, que emigrado a Colombia creó allí el Museo de Ciencias Naturales). Esta calle era el límite entre las dos Villas, la de Abajo y la de Arriba. Allí, en el número 8, está el Hotel Rural Victoria (que tenga la calificación de rural un inmueble innegablemente urbano es una muestra de la pésima clasificación turística que tenemos en Canarias), que es una casona que data cuando menos del XVII y que fue reformada en profundidad a mediados del XX en estilo neocanario. Pero voy a dejar de dar noticias de los inmuebles por los que voy pasando porque si sigo haciéndolo no acabaré nunca este post, de modo que me limitaré a dejar constancia del recorrido. Giro a la izquierda por la calle Nicolás de Ponte dejando a mi derecha los jardines de la Hijuela del Botánico, trasera del Ayuntamiento. Ahora entro por la calle Rodapalla, un callejón estrecho e irregular, adoquinado (un espacio urbano muy sugerente) que me lleva casi enfrente de la famosa Casa de los Balcones, construida por la familia Fonseca a principios del XVIII y que hoy es un centro de venta de artesanía.


Tomo la Carrera del Escultor Estévez, uno de los grandes del Neoclásico en Canarias (natural de La Orotava, claro, y autor de la imagen de la Virgen de la Candelaria que se exhibe en la Basílica del mismo nombre) y me detengo frente al imponente edificio del Ayuntamiento, construido sobre el solar del derruido convento de San José por los arquitectos Maffiotte y Manuel de Oraá a mediados del XIX; en tamaño y majestuosidad supera largamente cualquier otra casa consistorial de la Isla, incluyendo la de Santa Cruz. Doblo por la calle León y enseguida a la izquierda por San Agustín hasta salir a la plaza de la Constitución. Entro al edificio del Liceo Taoro (palacete que fue construido en 1925 para ser la vivienda de la familia Ascanio) y desde su terraza miro hacia los jardines del marquesado de la Quinta Roja, terrazas ascendentes que culminan en el mausoleo (con aire sezession vienesa) que mandó erigir la marquesa para albergar los restos de su hijo Diego de Ponte al que, por masón confeso, la Iglesia negó sepultura en sagrado. La esquina de la plaza la cierra el exconvento de los agustinos (hoy casa de la cultura) y la Iglesia (de San Agustín, obviamente), de fachada tardobarroca con elementos mudéjares. El kiosko central da a la plaza un simpático aire retro.


Bajo por la calle Calvario hasta la de San Sebastián, por la que giro para cambiar de rumbo por la de Juan Padrón; luego un tramito de Araujo para seguir por Ascanio, Tomás Zerolo y luego Inocencio García (me gustaría dar unas mínimas noticias de cada uno de estos personajes, pero quiero acabar de una vez el post). Esta última calle desemboca frente a la iglesia matriz de la Villa (de la de Abajo), que es la de La Concepción (como en La Laguna y en Santa Cruz). Este templo es el tercero que se erige en ese emplazamiento, inaugurado en 1788. En su diseño participó el arquitecto madrileño Ventura Rodríguez. Tiene tres naves y una de las portadas barrocas más interesantes de Canarias; también destaca una elegante cúpula sobre tambor ubicada en el crucero así como la curiosa torre con remate curvilíneo. Añadiré que es una de las iglesias preferidas para las bodas de las niñas bien tinerfeñas, aunque no sean de La Orotava (ya he asistido a algunas). Y visto este último monumento (así fue declarado en 1948) doy por cerrada la visita al Conjunto Histórico y bajo por la calle Cólogan hasta Sabino Berthelot; sigo por ésta y su prolongación, avenida de la Comunidad Iberoamericana (pasando por delante del Museo de Artesanía Iberoamericana que ocupa el antiguo convento de Santo Domingo, anexo a la iglesia del mismo nombre), que es el límite del casco con la urbanización del Mayorazgo, el ensanche residencial de finales del XX. Luego cojo la avenida Venezuela y enseguida hacia la izquierda por la de María Auxiliadora que me conduce hasta el Ramal, justo al lado del enlace con la autopista, donde espero la guagua. La etapa ha durado tres horas y media para un recorrido de 10.700 metros; la fuerte subida del primer tramo y el paseo turístico por La Orotava han bajado significativamente la velocidad media.


4 comentarios:

  1. Entre que ahora tengo trabajo y además dedico las tardes a mis propios proyectos personales, tengo menor tiempo para responderte, al menos. Pero aquí sigo. :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No te preocupes; me consta que hay bastante (sin exagerar, claro) gente que lee estos posts y no dice ni mú. En todo caso, esta crónica excursionista es, sobre todo, para mi propio consumo, a modo de diario que compense mis escaseseces memorísticas.

      Eliminar
  2. Me había propuesto hacer una etapa diaria pero qué va, casi todos los días tengo algo que hacer. Así que no me parece que logre cumplir un programa adecuado de entrenamiento. No obstante, voy poco a poco recuperando la forma física.

    ResponderEliminar
  3. Cuando mi padre era joven (los 40 quizas) en las canchas de futbol había vendedores ambulantes de gofio. Asi me dijo cuando le pregunté que era el gofio. Leyendo, apartir de tu mención, descubro que hasta tienen denominacion de origen para el gofio canario...Lo que se aprende caminando...

    ResponderEliminar