Altos de Teguedite y La Sabinita (Arico)
Preparé una ruta circular enlazando dos senderos del Cabildo: el PR-TF 86 (Villa de Arico a Cumbres de Arico) y el PT-TF 86.3 (La Sabinita a Tamadaya). El punto de inicio y llegada lo fijé al final de la calle del Calvario de la Villa de Arico, donde enlaza con la pista de Los Gavilanes. Ahí quedamos a las ocho, con el cielo encapotado y la temperatura bastante baja: no parecía que en esta jornada fuéramos a pasar calor. Subimos por la pista asfaltada, al fondo la dorsal y sus laderas boscosas, una atarjea a la derecha y un paisaje agrario (intercalado con matorrales) de bancales de tosca, la preciosa piedra del Sur. A los doscientos cincuenta metros doblamos a la derecha y tomamos un precioso sendero local, el firme de tierra amarilla y parcialmente empedrado y los márgenes delimitados con toscas. Durante los primeros metros el sendero desciende con muy poca pendiente hasta que llega a las paredes del barranco de las Pasaditas y la bajada se empina. En la ruta de hoy hemos de cruzar varios barrancos, todos ellos de una belleza espectacular; pero éste es el primero y por eso vuelvo a maravillarme ante este precioso paisaje. Llegamos al cauce y nos detenemos unos instantes a contemplar la serena magnificiencia que nos rodea, a escuchar el atronador silencio que nos envuelve.
Reaudamos la marcha y ascendemos por la otra ladera; es éste un tramo sinuoso que salva unos cien metros de desnivel en 600 de planta. Luego continua casi recto por la cumbre del lomo durante algo menos de kilómetro y medio, con una pendiente también ascendente pero mucho más suave que nos lleva de los 700 a los 800 metros de altitud. El camino en esta parte está muy bien definido y conservado: firme de grandes piezas planas de tosca con arenilla y bordeado por piedras bien alineadas del mismo material. A mano derecha discurre una atarjea en tramos techada y en otros descubierta cuyas aguas han de provenir del Canal del Sur, al que pronto llegaremos. Los terrenos a la derecha son fincas de cultivo abandonadas pero a medida que ascendemos aparecen los pinos. A la izquierda queda una estrecha plataforma erial, una balconada con magníficas vistas sobre el barranco y hacia el mar, llegándose a ver la Montaña Roja del Médano. Pero quizá la vista que más nos entusiasma es la del propio barranco (llamado también de Charcos, según la cartografía) que, a medida que subimos se va estrechando y mostrando unas paredes cada vez más verticales de rocas casi desnudas de vegetación, amarillo rojizas abajo y bllanco grisáceas en las partes altas. El cauce, cubierto de guijarros, parece fácil de transitar (me lo anoto para una posible ruta futura). El barranco se bifurca y su ramal principal pasa a llamarse de la Puente y ahí mismo es cruzado por una pista asfaltada que venía paralela a nuestro sendero por el otro lomo. De hecho, en este punto, si giráramos a la izquierda y retrocediéramos unos metros por esa pista para luego seguir ascendiendo, estaríamos tomando el sendero PR-TF 86.1, una variante que llega hasta el Cercado de las Ranas y permite visitar la zona de escalada de La Puente. Pero ese tramo lo haremos otro día porque hoy giramos hacia la derecha para seguir (de momento) la ruta del sendero principal (el PR-TF 86).
Durante los primeros doscientos y pico metros el sendero asciende con un trazado sinuoso en dirección noreste; el firme, parcialmente empedrado, es arenilla, delimitado con pequeñas rocas en sus márgenes. Poco a poco, los pinos se adensan y el suelo del sendero se cubre de pinocha. Luego el camino gira en dirección norte ajustando su trazado a la cumbrera que divide las cuencas de los barrancos de la Puente (del que venimos) y de Ortiz (que cruzaremos en un rato). La pendiente se ha suavizado pero seguimos ascendiendo durante otros cuatrocientos metros, hasta llegar al Canal del Sur, que aquí está más o menos a la cota de 925 msnm. A partir de aquí, el sendero oficial sigue en dirección norte, pero nosotros nos vamos a desviar hacia el Este con la intención de llegar al PR-TF 86.3 (La Sabinita - Tamadaya). Son las diez menos diez de la mañana y este último tramo nos ha costado veinte minutos para salvar 120 metros de desnivel en unos seiscientos de longitud. Descansamos un momento junto al Canal disfrutando de las vistas..
El Canal del Sur fue, junto con la carretera general, la gran obra de infraestructura pública (pero privada) que en los primeros años de la posguerra permitió la integración económica del Sur de la Isla. Como cuenta Wladimiro Rodríguez Brito, hasta los años cuarenta el Sur terminaba en Güímar; el resto eran pequeños oasis unidos por barco o por Las Cañadas al resto de la isla. Desde principios del siglo XX se habían planteado proyectos para poner en cultivo la banda meridional, pero no llegaron a fructificar. A principios de los cuarenta, los grandes propietarios locales en alianza con la burguesía agrocomercial tinerfeña organizan la entidad Aguas del Sur S.A. y consiguen el entusiasta apoyo del Jefe Provincial del Movimiento, lo que facilitaría una muy importante e imprescindible ayuda inversora del Estado. El proyecto, elaborado en 1942 por el ingeniero Juan Amigó de Lara, definió un trazado que parte del barranco de Chifira en el municipio de Fasnia a una cota de 1.100 metros y termina en el barranco de Fañabé en el municipio de Adeje a 400 metros, desarrollando un recorrido total de 73,5 Km. Estamos en el que fue el tercer tramo del proyecto (entre los barrancos de Tamadaya, al que nos acercaremos, y el del Río, límite entre Arico y Granadilla) pero que, curiosamente, fue el primero en acabarse –a principios de 1944– pese a ser uno de los más complicados de ejecutar debido a lo accidentado del terreno. Las obras se alargaron durante ocho años, terminando con la puesta en servicio de los dos primeros tramos justo a tiempo de la visita de Franco a Canarias en octubre de 1950.
Hemos de continuar un poco a la aventura porque hemos dejado el sendero. Intuimos que algo más abajo hay una senda que va en la dirección que queremos, pero las obras del Canal se levantan aquí sobre un terraplén de unos cinco metros de altura. Jorge asciende un trecho y camina entre los pinos hasta encontrar una bajada practicable. Yo me decido a caminar sobre el canal, lo que me obliga a ir muy despacio y en precario equilibrio hasta superar los ochenta metros: no lo recomiendo. Bajada la ladera encontramos en efecto un sendero perfectamente trazado y delimitado en sus márgenes que, entre pinos, va descendiendo con muy suave pendiente hasta el cauce del barranco del Canalizo. Poco antes de llegar a éste encontramos a la izquierda una cueva horadad en la tosca perfectamente acondicionada y trancada con su correspondiente candado. Luego, cruzado el barranco, ascendemos la otra ladera por lo que ya es una pista apta para el tránsito de vehículos (al menos de todoterrenos) y que, cuando acaba en su confluencia con otra más ancha de tierra, descubrimos que es privada y está cerrada (arriba, no abajo) por una barrera con el consiguiente cartel de prohibido el paso. Estamos en un paraje denominado Huerta de los Regalado, topónimo que imagino que alude a los dueños del lugar, porque descubro que Regalado es un apellido de cierta presencia en el Sur (de hecho, el actual alcalde del vecino municipio de Granadilla así se apellida). Desde la parada en el Canal, bajando y subiendo las laderas del barranco del Canalizo, hemos recorrido setecientos metros en veinte minutos. Son las diez y cuarto.
Caminamos en dirección Sur algo más de seiscientos metros por esta nueva pista, que va por el lomo que separa los barrancos de Ortiz (el que cruzamos más arriba con el nombre de Canalizo) y del Garabato. Luego giramos a la izquierda por otra pista que, con bajada y subida, cruza el barranco del Garabato, en un ensanchamiento del cauce que está abancalado con huertas hoy abandonadas. Una vez arriba, volvemos a girar hacia la izquierda y atravesamos una propiedad privada, con una edificación sin acabar (muros en bloque sin revestir) y preciosos bancales con muros de tosca. Salimos de nuevo a una pista en dirección sur cuyo trazado enseguida forma un meandro para salvar los más de 40 metros de desnivel. Desde ahí, mirando hacia el mar, se abre un panorama grandioso, mancillado por las enormes torres de la línea de alta tensión que viene del polígono industrial de Granadilla, en la costa (y cuya instalación tanta polémica generó en su día) Tras dar la curva, recuperamos la alineación de la pista seguimos por ella durante unos trescientos metros, donde gira en curva hacia la izquierda; sin embargo, seguimos recto y bajamos a través de un bosquecillo de pinos para salir a una carretera local que viene desde La Sabinita. Las once.
En este tramo de la carretera en dirección hacia La Sabinita hay algunas edificaciones pero, sobre todo, varios estanques excavados en la tosca, alguno incluso con varios patos; el paisaje sigue siendo maravilloso, pero la presencia humana se encarga de ensuciarlo acumulando escombros. Pasados unos quinientos de descenso confluimos con el sendero PR-TF 86.3, que viene subiendo desde La Sabinita y en este punto gira al Norte hacia el barranco de Tasagaya. Justo en ese cruce, al lado de una enorme excavación (pareciera que pretendieron hacer un estanque que no llegaron a acabar), nos sentamos un rato a comernos los bocadillos. El sendero tiene firme asfaltado y un trazado recto (contra pendiente) en los primeros metros, pero luego gira hacia la izquierda para descender por la ladera. Hay una construcción algo más adelante, pero antes de llegar hasta ella, el sendero vuelve a curvarse y a empinarse para bajar hasta el cauce de un barranquillo cuyo nombre, si lo tiene, no he logrado averiguar (estamos a 633 metros de altitud). Luego viene la subida del barranquillo, un tramo corto con el sendero escalonado en la tosca entre rocas y muros de bancales abandonados. A continuación, el camino se orienta hacia el norte y se convierte en una estrecha senda que discurre, en suave descenso, por la ladera del barranco de Tasagaya. Este tramo, de algo más de medio kilómetro, me pareció el más espectacular de la ruta de hoy. El amplio barranco nos enfrenta la majestuosidad rocosa de su otra ladera y me hace sentir dentro de un entorno propio, bello y silencioso, aislado del mundo aunque, hacia el fondo, se deje ver el territorio costero con los signos de la actividad humana. Delante, un acueducto del Canal Intermedio (otra de las infraestructuras hidráulicas importantes del Sur) que cruza el barranco desde una caseta situada en la margen opuesta. El recorrido hay que hacerlo despacio, en parte debido a que las lluvias han dejado el suelo resbaloso y hay que fijarse bien dónde se pisa; pero sobre todo porque merece la pena disfrutar de la maravilla de paisaje que nos acompaña.
Los últimos metros de este tramo son un breve descenso sinuoso y empinado que desemboca en otro sendero paralelo que va por la misma ladera pero cuarenta metros más abajo. Ahí encontramos un poste indicador que nos señala que el PR-TF 86.3 sigue hacia la izquierda para cruzar el barranco de Tasagaya y acabar poco después en la Era de los Borges, en la otra vertiente. Apenas hay quinientos metros de distancia y ahora me arrepiento de no haber seguido hasta allí (aunque habría que haber ido y vuelto por el mismo camino); pero la ruta circular planificada nos obligaba a seguir hacia la derecha. Este camino esta entre sendero amplio y pista estrecha y por el mismo, con precaución, se puede circular en todoterreno (huellas de neumático así lo atestiguan). Caminamos en dirección Sur, paralelos –como ya he dicho– al cauce de Tasagaya hasta que bordeamos el risco Cho Alfonso y pasamos a la ladera de un barranquillo menor (el mismo que habíamos cruzado aguas arriba cuarenta minutos antes). La longitud de la pista es más o menos de un kilómetro y desemboca en la carretera local que sale desde La Sabinita (la misma por la que antes veníamos), casi al lado del pueblo que vemos desde arriba. Son las doce.
Hemos cubierto ya dos tercios de la ruta, los dos más hermosos porque discurrían por áreas no pobladas. Los poco más de cuatro kilómetros que nos quedan van a pasar por dos núcleos de población (La Sabinita y Teguedita) unidos por la carretera general del Sur. Entramos al primero de estos pueblos por la calle de las Paredes y luego, al llegar a la ermita de Nuestra Señora de la Cruz (que parece un descuidado cuarto de aperos con tejado a dos aguas), giramos a la izquierda por la del Castillo para salir a la plaza, una explanada desangelada de obra reciente a la que da frente la edificación de las antiguas escuelas unitarias, de los primeros años del pasado siglo. Doblamos a la derecha por la calle del Portillo y luego por Silvestre Marrero hasta el final, donde se erige un calvario (estación del Vía Crucis) blanco con cruces verdes que puede considerarse el final o inicio del casco. De ahí seguimos cuesta abajo (giro a la izquierda) por la calle Polegre, una pista asfaltada que, tras novecientos metros de recorrido por un paisaje sin demasiado interés, desemboca en la Carretera General del Sur (TF-28).
Esta carretera fue, sin duda, la gran infraestructura necesaria para la integración social y económica del lejano Sur; la historia de su construcción revela elocuentemente cuan largo y dificultoso fue ese proceso. Hacia mediados del siglo XIX se elabora un primer proyecto desde Santa Cruz a Guía de Isora, en cuya memoria se insiste en la importancia y necesidad de la obra. Sin embargo, entrado ya el siglo XX la carretera solo llegaba hasta Fasnia, lo que al menos permitió la incorporación de la agricultura del Valle de Güímar a la economía exportadora insular. Luego, durante varias décadas, parece abandonarse el ideal del anillo (por el Norte la carretera llegaba hasta Buenavista) y se ejecutan carreteras locales de conexión "vertical" entre los pueblos de medianía y los respectivos puertos. Los productos agrícolas se bajaban a la costa y desde ahí se transportaban por mar hasta Santa Cruz; de hecho, desde finales del XIX se va consolidando una línea de cabotaje a modo de tren de cercanías: Santa Cruz - Abona (El Porís) - El Médano - Los Abrigos - Los Cristianos - Puertito de Adeje - Playa San Juan y de ahí a La Gomera para hacer el recorrido a la inversa. Durante la República la carretera se prolongó hasta Granadilla y en los primeros años del franquismo, antes incluso de acabar la Guerra Civil, se reanudan las obras que no se acabarán hasta los años sesenta. ¡Casi cien años de ejecución! Y ya desde hace mucho, a medida que se fue haciendo y prolongando la autopista del Sur, esta carretera ha quedado relegada al tráfico de conexión entre los pueblos cercanos de medianía. Su trazado, sobre todo en esta vertiente Sureste, es un sinfín de curvas que obliga a una conducción pausada, incompatible con los estándares actuales. A cambio, quienes la transitan disfrutan de un paisaje maravilloso.
Son más o menos las doce y media cuando salimos a la TF-28, a un tramo que discurre por la ladera del barranco de Polegre. Por esa misma ladera, unos veinte metros más abajo, va el Canal del Estado de modo que ya hemos visto las tres principales infraestructuras hidráulicas de esta parte de la Isla. Cuando la carretera traza una curva cerrada para cruzar el barranco, desde el puente admiramos el cauce encajado entre paredes rocosas y el acueducto del canal. Nada más acabar la curva, salimos de la carretera por una calle cuesta arriba llamada de La Vera que articula un pequeño caserío que supongo que se considera parte de Teguedite. Giramos a la izquierda y avanzamos en dirección Sur atravesando una hoya (bajada y subida) que probablemente fuera privada. Estamos ahora casi junto a la carretera del Sur, pero unos seis metros por encima. Seguimos paralelos a ella por un camino de tierra parcialmente empedrado que desemboca en la Iglesia de San Isidro (carente de interés) y donde se inicia la calle Los Gavilanes. Unos metros más adelante está la Casa de la Juventud de Teguesite, edificio proyectado a finales de los ochenta por un amigo mío, con una marcada voluntad de integración paisajística: volumen cúbico a la escala y proporciones de la arquitectura del entorno, empleo de la piedra puzolánica amarilla que aporta la característica unidad cromática de la comarca, continuidad del ritmo de bancales ...
Hacia la una salimos de este barrio de Teguesite y seguimos por la misma calle que se ha convertido en una carretera estrecha y bien asfaltada que va tomando cada vez más pendiente. Justo antes de cruzar el Canal Intermedio, a mano derecha, hay un refugio de animales (Finca NaDu y amigos, se llama). Luego el paisaje ondulado de lomos y barrancos, antropizado con los preciosos bancales característicos. A los ochocientos metros desde el final del caserío, la carretera gira casi noventa grados hacia la izquierda y acentua todavía más su pendiente. Es ya el último tramo de la etapa, los últimos trescientos metros en cuesta que se hacen duros con doce kilómetros y medio de sube-baja en las piernas. A la una y veinte hemos cerrado el circuito. Nuestra llegada nos la festeja un schnauzer gigante que, aunque tiene collar, parece abandonado. Toco en la casa que hay en la esquina y una chica me tranquiliza asegurándome que el perro es de unos vecinos. Cada uno a su coche y a su casa y hasta la próxima etapa que ojalá sea tan bonita como esta.
Recordé el otro día tus caminatas cuando vi por la tele el caso de dos influencers que se dieron un garbeo por un área protegida, rompiendo una verja con candado para ello. ¡Menuda gente la que hace de algo inocente como un paseo un delito!
ResponderEliminarEn mis caminatas nunca he roto candados ni nada similar, pero reconozco que sí ne saltado verjas para seguir por algún camino que habían cerrado (normalmente por riesgo de desprendimientos).
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