sábado, 10 de noviembre de 2007

Receta para cocinar pastel de sueño de muertos (I)

La mayor dificultad estriba en conseguir suficiente sueño de muertos, la necrosomnia en la jerga ya olvidada de los nigromantes. Naturalmente, el sitio idóneo para recolectarla es un cementerio; pero no cualquiera. Desaconsejo fervientemente los cementerios urbanos, esos que han quedado inmersos en tramas apretadas de calles y edificios. El bullicio ciudadano, la vorágine de sonidos, olores y actividad, contamina irremediablemente la necrosomnia. No es que los muertos dejen de emitirla pero, apenas toca el aire, sus moléculas se rompen entre las vibraciones caóticas que la metrópolis genera. Y no se crea que esos cementerios nórdicos, convertidos en parques de barrios residenciales, con su apariencia de remansos de paz, son excepciones. Vale que sus atmósferas no están tan saturadas pero en las mismas titilan juguetonas las risas de los niños, el más eficaz disolvente para el sueño de los muertos.

Por eso, lo mejor es buscar un cementerio rural, de esos cercados con piedras sin tallar, al exterior de la población. Aunque no es imprescindible, recomiendo los situados en cotas altas, si puede ser por encima de los mil ochocientos metros; el aire fresco y limpio es el más adecuado para recolectar la necrosomnia en su mayor pureza. También, sobra decirlo, debe ser un cementerio de tumbas; apenas se consigue necrosomnia de los nichos o de los mausoleos. Fosas cavadas en tierra alfombrada de yerba, ataúdes de madera, ausencia de metales y hormigón: éstas son las condiciones óptimas. Por último, el cuándo: de noche, por supuesto. Evítese el exceso de humedad y los ambientes brumosos. No es que la necrosomnia se corrompa, pero estaremos inflando artificiosamente el volumen de la colecta y será fácil que luego, al preparar la receta, erremos con las cantidades de los ingredientes. En cuanto a si debe haber luna o estrellas, se ha escrito mucho, pero en mi opinión no son sino mitologías. Yo, negando la tradición, prefiero que la noche sea lo más oscura posible; ni la luna ni las estrellas afectan en nada la calidad o cantidad de la necrosomnia pero cuanto más clara sea la noche menos distinguiréis el flujo etéreo del sueño de los muertos.

Antes de la noche N tenéis que haber cumplido varios requisitos, haber culminado una minuciosa investigación de campo. No hace falta mucho para saber que un cementerio es adecuado en lo que se refiere a la recogida de necrosomnia; sí conviene, en cambio, demorarse en prevenciones de seguridad. Los lugareños no suelen aceptar que desconocidos celebren extraños ritos nocturnos en sus cementerios. Aunque no se le dio casi publicidad, seguro que alguno recuerda a los dos chicos apedreados hasta la muerte porque fueron sorprendidos, según palabras del viejo vigilante del cementerio, robando las almas de los difuntos. Así que sed discretos en vuestras expediciones.

Gabriela y yo solemos organizar las recogidas como días de descanso. La última vez, por ejemplo, elegimos un hotelito rural en un valle pirenaico de la provincia de Huesca. Pasamos un largo puente de relajantes paseos, deliciosas comidas y casuales visitas a los tres cementerios de la comarca, aprendiéndonos sus rutinas. La última noche, hacia las dos de la madrugada, salimos de la habitación sin ser vistos con nuestra sábana de lino blanco y nuestros frascos de fino cristal, saltamos sin esfuerzo el murete falto de piedras y pasamos tres largas horas cubriendo pacientemente las más tumbas posibles de ese pequeño camposanto oscense. Luego, vuelta al hotel, recoger las bolsas de viaje (engrosadas con ocho frascos de necrosomnia), pagar la cuenta en recepción y adiós muy buenas.

Me olvidaba de hablar sobre el paño con el que se recoge la necrosomnia. De entrada hay que aclarar que tampoco es que sea imprescindible; de hecho, hay quienes introducen directamente el sueño de los muertos en los frascos de cristal. Depende del tiempo de que dispongas y de la cantidad de fluido que necesites. Llenar un frasco de un litro, más o menos el tamaño habitual, situándolo boca abajo sobre una tumba y removiendo su interior cada cierto rato con una cucharilla de plata para que la necrosomnia se apelmace hacia el fondo, es una tarea que se hace eterna. Claro que si sólo se necesitan unas pocas onzas, como es el caso en la preparación de ciertos aromas, éste será el procedimiento correcto con el que se garantiza la mejor calidad del fluido. Pero estoy escribiendo la receta del pastel de sueño de muertos para cuatro personas y, lo adelanto ya, necesitamos mucha necrosomnia, al menos cuatro frascos.

De ahí la conveniencia de una sábana, cuanto más amplia mejor. Se ha de cubrir con ella la mayor parte de la tumba, aproximadamente a metro y medio sobre ésta, la distancia que asciende el fluido cuando alcanza el estado ideal de desperezamiento de sus moléculas. Por entendernos (no creo que sea pertinente dar aquí demasiadas explicaciones ni guardar un excesivo rigor científico) imaginemos que la necrosomnia, al salir del cadáver, está muy apretada y que se comienza a esponjar desde que toca el aire exterior. De otra parte, la altura de metro y medio es adecuada para dos personas sosteniendo una sábana cada una a un lado de la fosa. La tela ha de ser de un tejido natural y absorbente. Esto ya va en gustos; a mí, desde luego, las que mejor resultado me han dado han sido las de lino, pero Gabriela, en cambio, las prefiere de algodón crudo. En todo caso, evítense las sedas o rasos, cualquier tejido de los que llamo resbalosos porque, sobre sus superficies, eso es justamente lo que hace el fluido. Y, sin discusión, de color blanco.

El proceso de recolección no tiene mucha ciencia. Dos personas extienden la sábana sobre la tumba y la mantienen un buen rato para que se vaya empapando de la necrosomnia. ¿Cuánto tiempo? La práctica os dirá cuándo alcanzáis ese instante mágico en que la tela tiene la cantidad de fluido tal que, si siguierais cargándola, la necrosomnia empezaría a caerse o a perder su densidad equilibrada. En ese momento comenzad a caminar para descubrir la tumba y, ya fuera de ella, doblar la sábana formando un rollo estrecho y largo. Ahora hay que trasvasar el fluido de la tela al frasco. Antiguamente se hacía a mano, retorciendo y estrujando los paños enrollados. Ahora, por suerte, disponemos de embudos adecuados a esta tarea: se mete el pitorro en el frasco con el extremo de la sábana encajado y toda la tela restante en la cazuela; entonces se tapa con un émbolo y se empieza con los movimientos de presión. Es un ejercicio cansado que conviene repetir varias veces y, aun así, nunca lograremos trasvasar toda la necrosomnia de la sábana. Según mi experiencia, con una sábana de metro y medio de largo por un metro de ancho (las que yo utilizo) podemos llenar entre un tercio y la mitad de un frasco. Así que, para llenar cuatro frascos necesitaremos un promedio de diez extensiones de sábana; cada extensión y trasvase se llevan un mínimo de quince minutos, por lo que calcúlese que la recolecta requiere de al menos dos horas y media de trabajo efectivo.

Queda un último extremo que aclarar antes de pasar a la receta propiamente dicha; se trata de la calidad de la necrosomnia. Obviamente no es toda igual, no todos los cadáveres producen un mismo tipo de sueño. Hay quien opina que es improcedente hablar de calidad al referirse a la necrosomnia; estoy de acuerdo pero ello no obsta para que haya ciertos tipos de necrosomnia más adecuados que otros para preparar el pastel. En todo caso, nos metemos en terreno conflictivo, demasiado proclive al debate y, lo que es peor, a que muchas susceptibilidades se sientan heridas. No voy a entrar en discusiones; diré simplemente cuál es la necrosomnia que a mí me parece más recomendable en esta receta. Quien quiera, una vez que gane maestría con la práctica, que se ponga a experimentar variaciones. Así avanza la ciencia y también, por supuesto, la gastronomía. Pero, lo advierto, no me hago responsable de los efectos que las alteraciones de mi receta puedan producir en los consumidores del pastel.

Pues bien, la necrosomnia que recomiendo es la de tonos violáceos o lilas y, por el contrario, desaconsejo las amarillentas o anaranjadas. En otro momento, si viene al caso, os contaré a qué se deben los distintos colores así como las diferencias en sus efectos. También podría explicaros, pero no ahora, la relación del color del fluido con el tiempo que lleva enterrado el cadáver e incluso con la personalidad del difunto. En fin, buscad las tumbas de las que emanen fluidos violáceos. Los que todavía no hayáis desarrollado la "visión atenta" (no penséis que hay nada de espiritista en ello) puede que, al principio, no logréis ver las sutiles corrientes de necrosomnia ascendiendo desde las fosas, más densas abajo y diluyéndose a medida que ganan altura. Como ya he dicho, procurad ir al cementerio en noches oscuras y, como truco utilísimo, dotaos de esas gafas de visión tridimensional que cada cierto tiempo se ponen de moda. Eso sí, tened en cuenta que mirando a través de ellas se os distorsionarán un poco los colores y el lila que os recomiendo lo veréis más oscuro, cercano al índigo.

Pues nada, que me he enrollado demasiado con las explicaciones sobre la recogida de la necrosomnia y ni siquiera he empezado con la receta del pastel propiamente dicha. Vamos a dejarlo aquí pero no os preocupéis que prometo continuar en breve.


CATEGORÍA: Ficciones

16 comentarios:

  1. Dios del cielo! se me ponen los pelos de punta....y...¡ qué imaginación!

    Por supuesto he buscado necrosomnia en google y ¡sólo aparece tu entrada y alguna otra tontería de bandas de rock gótico...please, cuéntame cómo te inspiraste para este relato...de más está decir que me encanta.

    Y me quedo con la curiosidad esperando la continuación y así saber para qué demonios sirve un pastel de sueño de muertos...glus..así de entrada no es nada apetecible...

    besos

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  2. Pues no tenía ni idea de que hubiese un grupo llamado necrosomnia. Acabo de oir una canción que tienen en internet y me parece espantosa (a poco que me hubiese gustado la habría puesto como banda sonora del post, pero es tan horrible que mantendré a Mozart).

    En cuanto al origen de la inspiración, pues la otra noche me dio por soñar que los muertos emanaban un fluido y que este fluido se podía provechar para diversos usos, entre ellos la cocina. Y con poco mmás uno se pone a escribir y a medida que lo vas haciendo la narración te va contando sus secretos. Con decirte que en principio pensaba rematar la receta en unos pocos párrafos y al final ni siquiera empecé a dictarla.

    Pues nada, que me encanta que te haya gustado. Ya seguiré, pero no puedo adelantarte nada porque no sé cómo derivará. Un beso.

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  3. Miros... que se dice titilean, ¡titilean!.

    Por lo demás, necesito la receta del pastel de sueños,... ¡qué tengo hambre!.

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  4. Miros... que se dice titilean, ¡titilean!.

    Por lo demás, necesito la receta del pastel de sueños,... ¡qué tengo hambre!.

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  5. Perdón por repetir pero no sé qué c*** ha pasado

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  6. ¡Y yo que pensaba que mis sueños eran como para escribir novelas...pero veo que los tuyos no se quedan cortos!

    Me parece un relato tan intrigante y tan original que yo lo presentaría una vez acabado a algún concurso...si me muerdo las uñas esperando que sepas que es por tu culpa...

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  7. Pues yo tengo hipersomnia, así que si el pastel de sueño de muertos me hace dormir, me vendría muy bien. Eso sí, tengo que despertarme en cuanto suene el despertador. ¡Venga esa receta!

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  8. Bella cobarde: tienes razón, no es tililean y fíjate que así lo he dicho siempre. Pero tampoco es titilean, sino titilan; al menos eso dice el DRAE cuando le das a conjugar en el verbo titilar (porque titilear no existe). En fin, oído cocina y corregido. Pondré titilan aunque no me termina de convencer; la próxima vez pondré centellear, que es el sinónimo. Un beso y gracias.

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  9. Uffff, mientras leia tu entrada iba pensando que se te había ido la cordura. Luego, he descansado al ver que era un relato imaginario, menos mal.
    Lo bueno de un relato es llegar a jugar con el lector, no?
    De todas formas, vaya temita. Espero que en tu conferencia no te desvies del tema y te centres en la necrosomnia, jajajaja .....

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  10. Milo, si llego a leer este relato hace unas semanas, te paso el premio Imaginatio a ti en lugar de a Zafferano. Me ha encantado, quiero esa receta... aunque no pienso ponerla en práctica ;)

    Besos

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  11. Mmmmmmmm! Qué escalofrío tan escalofriante... Y dime, tiene muchas calorías ese pastel?
    Nanny tiene mucha razón, muy imaginativo y original el cuento. Pero Nanny, no conoces lo de Santa Rita Rita Rita, lo que se da no se quita? O bien: Una vez que está en su mano, se lo queda Zafferano.

    Besotes

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  12. Da un poco de noseque este relato, pero espero con ansia la receta...

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  13. esto no es un post, estimado miroslav, sino un tratado de necrosomnia (vaya palabra)... todavía aturdido por los festejos de mi onomástico, prometo un pronto, y más detenido, regreso...
    gracias por los elogios.
    también me gustan debussy y fauré, no se crea...

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  14. Yo para abreviar lo hice de chocolate y natillas, me refiero al pastel.

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  15. Poldió, qué trabajera!!! ¿Y no lo venden ya precocinado na más que pinchar el envase y pal microondas 3 minutos a máxima potencia? No es por ná, pero se debe de coger bastante frío de noche y con los brazos abiertos tanto rato pa sostener la sábana, acabaréis con calambres... Vamos, ni pastel de sueño de muertos ni vichysuás, yo sopinstán y el resto del tiempo ya me lo distribuyo en otras cosas menos cansadas.

    Me ha entrao frío sólo de pensarlo... bbbrrrrrrrrrrrrrrrr!!!!!!!

    Besotes.

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  16. Hola Miroslav, estoy interesado en saber que cementerios son los de las fotografías. Soy coleccionista de recuerdos funerarios y te lo agradeceré.

    Un saludo

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