miércoles, 30 de enero de 2008

Historia verdadera de amor/desamor y sexo (VI)

Pues sí, sería agosto cuando me telefoneó Laia. Aclaro ahora (creo no haberlo hecho antes) que conozco a Laia antes que a Zenón. Hacia mediados de los ochenta, durante una breve temporada, ella y yo salimos juntos; una historia efímera sin apenas apasionamientos, cuyo final, más que una ruptura, fue un acuerdo sobreentendido. Así que, aunque ya no como novietes, seguimos coincidiendo con frecuencia y compartiendo amigos y ocios. De hecho fue acompañándome que asistió a la fiesta que para inaugurar su nuevo piso daba un amigo mío. Era un piso grande compartido entre tres; uno de ellos era Zenón.

Por medio de mi amigo yo había conocido a Zenón unos meses antes, pero para entonces poco lo había tratado. En esa fiesta Zenón y Laia se conocieron e intuyo que a ella le gustó. En todo caso, no pasó nada significativo (que yo sepa), pero sí es verdad que, a partir de entonces, fueron más frecuentes las salidas en grupo en las que estaba Zenón; y, a muchas de ellas, Laia se apuntaba. En ese tiempo, cada vez yo trababa más relación con Zenón y, a la vez, aflojaba mis lazos con Laia. Como un año después de la fiesta del piso me mudé de ciudad e inevitablemente se truncó la cotidianeidad de nuestras relaciones.

Pero, en cambio, la amistad de Laia y Zenón se fue estrechando y pasó a convertirse en otra cosa. Aun así, transcurrió un largo tiempo antes de que se enrollaran y otro tanto hasta que decidieron casarse. Zenón es economista y ya lo era entonces; Laia estudiaba arquitectura o más bien prolongaba un impasse que debería haber cortado hace mucho. De hecho, el anuncio de boda se complementaba con el de su retirada oficial de la universidad (para todos los amigos era evidente que nunca acabaría la carrera). Como ya conté en el primer post, pensé entonces que era mucho más Laia que Zenón quien quería el matrimonio, pero tampoco le di muchas vueltas al asunto.

Se casaron en el 95 y la boda fue un acontecimiento. Nos reunimos un buen número de viejos amigos, decididos a pasarlo bien. Entre todos habíamos copado un hotel rural en el que, a modo de concentración, pasamos un intenso fin de semana. En un momento de esas dos largas jornadas (no recuerdo si antes o después de la ceremonia), Laia hizo un aparte conmigo y, bastante borracha, declaró que me quería mucho y que esperaba poder contar siempre conmigo. Me comporté como exigen las convenciones etílicas y no le di mayor importancia al desborde emocional tan propio de las circunstancias. Curiosamente, en nuestra primera conversación del verano pasado, ella rememoró esas palabras.

He querido anteponer estos párrafos para que se entienda cómo era mi relación con Laia. Ciertamente era anterior a la que tenía con Zenón y, desde luego, había sido más íntima. Sin embargo, durante los últimos años, casi nunca había estado a solas con ella y, en cambio, había ido estrechando la amistad con su marido. Creo que me llamó, en primer lugar, porque sabía que Zenón había hablado conmigo; pero también porque necesitaba abrirse a alguien y sintió que podía apelar a la intimidad y cariño que hubo entre nosotros (y que, quiero pensar, aunque aletargados no habían desaparecido). Hechas estas aclaraciones paso a relatar, procurando no divagar demasiado, lo que me contó.

El descubrimiento de las actividades secretas de Zenón supuso un shock para Laia. Me dijo que se sintió brutalmente sacudida y durante un tiempo no podía ni siquiera pensar con un mínimo de serenidad. La invadieron emociones negativas muy fuertes, tanto que apenas le dejaban espacio para nada más y, desde luego, no para cualquier atisbo de autoanálisis. Se sentía asqueada, humillada, engañada ... Pero, sobre todo, sentía mucha rabia y unas ganas tremendas de hacer daño a su marido, de vengarse. En ese estado emocional se produjo la escena de la expulsión del domicilio. Luego, con la marcha de Zenón y los tres días que pasó sin dar noticias de su paradero, le sobrevino una sensación de abandono, de pérdida de fuerzas, de desconsuelo. Así, abatida, recibió a mi amigo y teniéndolo delante comprobó el dolor que le producía, su incapacidad para enfrentarse a lo que había ocurrido entre ellos. Trató de mantener el tipo, me dijo, no llorar. En todo caso, pensaba que hizo lo único que en ese momento podía hacer y estaba razonablemente orgullosa de no haber cedido a la rabia. También agradecía la reacción de su marido.

Los días siguientes pasaron para ella en incesantes vaivenes entre la rabia con sus emociones anexas y el desconsuelo. Cayó en un estado de nervios que no creo exagerado calificar (por lo que me contó) de patológico. Hubo de tramitar la baja laboral y recurrir a pastillas que la aletargaban pero no le quitaban una angustia que, cada vez más, le iba calando los huesos. Como a las dos semanas de la marcha de Zenón, empezó a martillearle obsesivamente la idea fija de que tenía que hacer algo que rompiera esa especie de aniquilamiento interno. No era nada que se le ocurriera como resultado de un proceso racional porque no podía pensar, no era capaz (así me dijo) de hilar dos argumentos seguidos. Simplemente una voz obsesiva le repetía que tenía que hacer algo, alguna barbaridad, para forzar la ruptura de su tristeza.

Y lo que se le ocurrió a Laia fue emular a Zenón. Decidió (si es que es procedente usar este verbo para designar su actividad mental) contactar con un “puto” para que la follara. Conociéndola, me pareció evidente (y ella pensaba más o menos lo mismo) que pretendía un acto simbólicamente iconoclasta; quería demoler sus concepciones morales sobre la sexualidad (absolutamente convencionales) o, al menos, someterlas a un shock violento. Por supuesto, no sabía con qué finalidad, qué sacaría de ello. No obstante, intuía vagamente que algo así podía generar la revulsión catártica que creía necesitar.

Asumida esta sorpresa, para mí ya no lo fue el que la elección recayera en Filipe, el mismo que había atendido a su marido. Laia me dijo que, en realidad, casi ni llegaron a ser dos decisiones distintas. Que el puto había de ser Filipe se le impuso como una evidencia. Pensaba que estaría inconscientemente cediendo a sus sentimientos de rabia, buscando una venganza contra su marido; pero también le parecía una especie de acto de justicia que le confería cierta legitimación moral. Por último, añadió, cuando me hice explícita a mí misma la decisión que casi me había embargado de forma subconsciente, pensé, no sé hasta qué punto honestamente, que acostarme con el mismo hombre con quien Zenón se había acostado podía ayudarme a entender a mi marido.

A diferencia de Zenón, Laia no se anduvo con remilgos, dudas o miedos para llevar a la práctica su idea. Quizá, pienso yo, porque no fuera una fantasía que le obsesionara, sino una decisión nacida de la angustia, un extraño grito de auxilio hacia sí misma. El caso es que llamó a Filipe (había hecho una copia de los archivos de su marido y disponía de su Excel con los contactos) y concertó un encuentro (el brasileño, por lo visto, ofrecía sus servicios sin discriminar por sexos: un chico “políticamente correcto”). La verdad, me dijo, no me esperaba que fuera tan caro: cobraba cien euros la hora. El dato me sorprendió (aunque no le dije nada) porque a Zenón sólo le había cobrado sesenta (va a ser que sí que discriminaba en razón de sexo).

Laia llegó al apartamento de Filipe muy tranquila, como si lo que estaba haciendo no fuera con ella. Me sentía, me dijo, separada de mi cuerpo, era una sensación muy parecida a la que había vivido años antes cuando, durante las constantes manipulaciones que sufrí en un tratamiento de fertilidad, logré la disociación entre mente y cuerpo, de forma que lo que le hacían a éste casi llegaba a no afectarme. Con esa actitud saludó al brasileño y le dijo que quería que le hiciera todo cuanto supiese, sin límites; que intentara darle una experiencia del sexo lo más intensa posible. Pero que no le pidiera a ella que pusiese nada de su parte. Tú eres el profesional, remachó. Filipe sonrió y, mirándola a los ojos, le tomó la cara con ambas manos. No temas, le dijo, te complaceré. Sólo te pido que, aunque no pongas nada de tu parte, tampoco pongas nada en contra: abandónate.

Acto seguido, Laia se dejó desnudar y llevar a la cama. Filipe entornó las persianas y encendió unas velas aromáticas. Enseguida, muy despacio, empezó un suave masaje, sus manos apenas aleteando, con algún líquido untuoso. Y siguió y siguió y siguió, lenta e insistentemente, recorriendo el cuerpo de Laia y haciendo que a ella le pareciese que lo estaba creando, que estaba abriéndole células sensoriales que desconocía poseer.

Esa tarde, Laia no me contó en detalle la experiencia porque me dijo que la había escrito y que, a lo mejor, se atrevía a dejármela leer (lo hizo). Así que, dado que este post pretende ser una crónica ajustada a lo que pasó, me abstendré de momento de contar más sobre la sesión de sexo (quizá publique el escrito de Laia). Baste decir que fue larga y absolutamente maravillosa. Durante casi dos horas Filipe se entregó a fondo a demostrar su profesionalidad a esa cliente altiva. Y esa cliente perdió toda altivez. Laia se derritió, por primera vez en su vida, en orgasmos encadenados.

Y, llegados a este punto, Laia me explicó que nunca antes (ni siquiera conmigo, por si mi vanidad me hubiera hecho creer otra cosa) había tenido un orgasmo. Me contó la primera etapa sexual de su matrimonio, con la ilusión del enamoramiento. Me habló de la frustración de su maternidad (ni siquiera los tres años de tratamiento valieron para lograrlo) y de cómo repercutió en su actitud hacia los placeres del cuerpo. Me explicó como, imperceptiblemente, había ido abotargándose su libido, creciendo en ella una confusa aversión hacia la sexualidad. Hablaba desordenadamente, como si ella misma buscase las palabras justas sin éxito. En varios momentos se interrumpió emocionada, llorosa ...

Yo casi no dije nada, apenas las frases necesarias para animarla a seguir, para darle el imprescindible consuelo de estar a su lado. Pensaba en lo diferentes que habían sido las experiencias de mis dos amigos; catárticas ambas, pero en muy distinto sentido y con muy distinto alcance. La de Laia mucho más radical, sin duda. Estuvimos varias horas juntos y luego la llevé a su casa. Supe que estaba iniciando una nueva etapa y que necesitaba tiempo. Al despedirse, me pidió que nada de eso le contase a Zenón. Quedamos en volver a vernos; necesitaba que la ayudase, me dijo.



CATEGORÍA: Sexo, erotismo y etcéteras

17 comentarios:

  1. Me he quedado ojoplática con el relato, de verdad que la realidad supera muchas veces la ficción. Nunca se me habría ocurrido.

    Por cierto ...orgasmos encadenados.....¿me pasaría Laia el teléfono de Filip? :-P

    Un beso

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  2. Yo boquiabierta me he quedado.

    Me parecía muy valiente Zenón, pero Laia no se queda corta...

    En fin... Marguerite, ¿y si compartimos a Filip?

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  3. Jajaja! La ley del Zenón. Ojo por ojo, Filipe por Filipe. Pero me parece que la beneficiada, entre comillas, fue la muchacha. No lo veo claro Miros, esto es un desastre! Qué es, un desquite? Ahora sí que voy a esperar a saber más para opinar. Mejor me voy a ver la gala de elección de la reina del carnaval, o no, mejor me voy a meditar.

    Mira que llamarse Filipe...!

    Besos!

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  4. Wow! que historia! yo ya me lo veia venir ... en realidad no me sorprende la reaccion de Laia... ahora mi querido Miros, como terminas despues de hablar con cada uno de ellos? digo, todo esto de alguna forma no te "motiva"? porque para ser sincera a mi solo leer la historia en tu blog me pone, (como dicen ustedes ...) muero porque publiques la carta de Laia describiendo su encuentro con Filipe en detalle... porfa si???
    esto esta mas que interesante ...
    besos ...

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  5. Pues esto no me lo esperaba en absoluto.

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  6. Y todos esos años de pareja sin tener un orgasmo? ¿Cómo se puede vivir así? Necesitar el revulsivo del comportamiento de Zenón para sorprenderse y, fruto de la casualidad, se encuentre con el placer, me reitera en que Laia me cae fatal.

    Dale mi tarjeta: lo necesita.

    (esto dicho desde el respeto, que es tu amiga. Pero objetivo la historia como si fueran personajes ficticios. De lo contrario, no podría comentarte.)

    Pd.: a mí pásame el telf de Laia y de Zenón... se iban a enterar esos dos de que es el placer.

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  7. Pues esto me ha desconcertado. Pero mientras escribo esto, aun estoy sonriendo compinchemente con Laia.
    Se lo que debe haber experimentado en sensaciones con un buen día de sexo. Sobre todo si se ha dado cuenta ese día que nunca había tenido un orgasmo. Cosa que les pasa a muchas mujeres. Siempre he pensado que nos deberían dar clases de sexo y como disfrutarlo, pero eso no viene al caso.
    Estará bastante confundida e inquieta. No la creía capaz de semejante reacción. Pero sabes, creo que esta experiencia la va hacer crecer como persona. Cuando se sienta estable, de golpe verá que su vida ha recomenzado y distinta. Espero y deseo que sinceramente se de cuenta del cambio positivo, y de tanto lío saque la lectura positiva, cuan ave fénix. A veces hay que morir para renacer dicen no?
    Puede ser muy enriquecedora para ella.
    Y en cuanto a Zenon, no se yo. No creo que aun estén preparados para volver.
    que tengas un día bonito

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  8. Me has dejado en estado de shock. No puedo comentar este post, todavía no. Antes de leer los comentarios ya tenía pensado pedirte por favor el número de Filipe, mis compis se me han adelantado pero supongo que eso no será un problema, yo espero pacientemente mi turno.

    Luego vuelvo, cuando pueda pensar y razonar sobre todo esto, después de la ducha fría...

    Besazos.

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  9. Chicas quizá podamos negociar precio de grupo... Eso sí recordad que yo tengo el primer turno, que si os llega el muchacho con agotamiento yo no respondo...

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  10. Sinceramente Miros creo que en vez de la carta de Laila podrías publicar la hoja de excel de Zenón o no?, así habría más donde elegir.

    Me he quedado pensando en una actitud muy femenina, actitud que aprecié hace poco en una comentarista de Amanda. Esta actitud consiste en "conformarse" con cierto modelo de vida aunque esto nos cause hastío, desgana y problemas con la felicidad si y sólo sí nuestro compañero de vida continúe en nuestra misma senda. Sin embargo la iniciativa de romper barreras no dudamos en tomarla si con ello vengamos una ofensa. Si Laila jamás hubiera descubierto la traición de Zenón no se hubiera preocupado de su líbido, de ese mundo monótono que la estaba destruyendo. Esa capacidad de resignación siempre y cuando el hombre que nos acompañe viva según nuestro modelo de conducta.

    La cuestión es que tenemos a hombres a nuestro lado que son incapaces de tener un poco de empatía. Que son incapaces de pensar que no es normal que una persona con ese bajo apetito sexual sea porque ella es así (una santa pensarán ellos jajajaj) y no pensar que lo lógico sea que haya algo que la está sumergiendo en esa situación. También es penoso que tengas una pareja que no se de cuenta que nunca has tenido un orgasmo, y mucho más teniendo en cuenta de que según cuentas este señor había estado con más mujeres en lo que duró su matrimonio. Lo que yo te digo, este tipo de hombres piensan que sus mujeres son unas santas o algo así.

    Seguramente ambos, ahora mismo, estén más preparados para tener una relación de igual a igual pero posiblemente por eso quizás ya no sea tan posible.

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  11. ....tan posible que se de entre ellos quería decir.

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  12. Pues no me esperaba esta reacción de Laia, para nada. No sé cómo se puede vivir toda una vida sin tener un orgasmo y sin comentarlo con tu pareja y... en fin, esperaré el resto de la historia.

    Por cierto, yo, ahora que no me lee el husband, también me pido el teléfono del tal Filipe que tendrá un nombre horroroso pero, oye... ¿orgasmos encadenados? Hasta el pobre husband entenderá que eso hay que experimentarlo Jajajajajajaja... así que na, me pido número.


    Besos

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  13. Lo que más me ha sorprendido es que Laia no hubiese tenido jamás un orgasmo.
    Por desgracia es un hecho más habitual de lo que nos imaginamos, pero me cuesta entenderlo. ¿Cómo es que hay mujeres que conozcan tan poco sus cuerpos? y no estamos hablando de nuestras madres y abuelas, si no de mujeres que han tenido acceso a un determinado nivel cultural y de información.

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  14. Diré de entrada que me ha sorprendido (gratamente) que os haya sorprendido tanto el comportamiento de Laia. Quizás no estabais muy atentas, porque alguna pista he ido dando, sobre todo en los comentarios, y advirtiendo que la historia distaba mucho de culminar con la aventurilla de Zenón. Sólo Eva dice que se lo imaginaba; me da que esa neoyorkina adoptiva tiene muchas tablas :)

    En cuanto al número de Filipe, pues lo siento, pero no lo tengo. Claro que puedo pedírselo a Zenón o a Laia a quienes, por cierto, me parece que voy a contarles que estoy narrando su historia (eso sí, adecuadamente "disfrazada"). En todo caso, es sabido que en internet hay abundantes webs en las que estos maromos ofrecen sus servicios; eso sí, por lo que me dijo Zenón, la mayoría son para homosexuales; el caso de Filipe parece que no es de los más frecuentes. Lo cual me lleva a deducir que las mujeres no se han decidido (en suficiente número) a requerir estos servicios.

    Amanda, Nanny y Júlia se sorprenden (la primera incluso se indigna) de que Laia (por cierto, Amy, no es Laila; que esa es otra, la de Eric Clapton) no hubiera nunca tenido orgasmos. He de decir que no creo que sea tan infrecuente, como tampoco lo es, cuando ocurre, la reacción de progresiva aversión hacia el sexo. Sobre este asunto (la anorgasmia femenina) me gustaría escribir un post contando lo que conozco (de segunda y tercera mano) y mis dudas al respecto. En esta historia, lo que me parece interesante es preguntarse por qué Laia, en la experiencia con Filipe, tuvo no uno sino varios orgasmos. Obviamente, el tipo debía ser bueno (un profesional picado en su amor propio, no lo olvidemos), pero creo que esa era una condición necesaria, pero no suficiente. Pienso (y de eso hablé en posteriores conversaciones con Laia) que en su anorgasmia el factor fundamental estaba en ella misma, en sus propias barreras íntimas (ni siquiera en el plano consciente), y que seguramente su singular disposición anímica cuando acudió donde Filipe contribuyeron a suprimirlas (al menos, en esa ocasión). Estoy de acuerdo con Amanda en que necesitaría ayuda profesional (lo malo es que Amanda le queda un poco lejos).

    En todo caso, como dice Lukre, sí creo (de hecho lo he ido comprobando) que la experiencia de Laia que he contado la está haciendo crecer como persona y transformarse muy profundamente (y no solo, que no es poco, en su sexualidad). Va a ser verdad que para provocar cambios importantes es necesario sufrir impactos importantes. En mi caso, y en otro orden de cosas, así ha sido, por ejemplo.

    Amy llama la atención sobre la actitud que califica de femenina de resignarse siempre que la pareja también lo haga para, en cambio, reaccionar sólo por venganza o rabia. A mí no me parece algo exclusivo (ni siquiera predominante) de las mujeres. Creo que, por lo general, todos tendemos a abandonarnos y resignarnos y necesitamos algo que nos impacte para reaccionar. En mi historia personal, por ejemplo, fui yo el que se había "abandonado" y fue mi ex la que actuó provocando mi reacción. Ciertamente que mi reacción no fue motivada por la rabia o la venganza , pero para el caso ... De todos modos, más que el catalizador (la gota que colma el vaso, si se quiere) me parece importante el hecho de reaccionar y poner en marcha un proceso de transformación interior.
    También se "queja" Amy de la poca empatía de los hombres que tenéis al lado. Yo diría que es el eterno problema de la incomunicación que se va ahondando en la pareja, por culpa de los silencios y miedos mutuos. Entre Zenón y Laia eso fue lo que pasó y cada vez la brecha era más difícil de salvar. Pero fijaos que, aunque no llegó a hacerlo, era Zenón quien estaba dispuesto a intentarlo. Por cierto, ese proceso fue retomado posteriormente.

    Por último, he de aclararle a Eva que escuchar las historias de mis amigos, con ellos contándomelas enfrente, no resultó en ningún caso una experiencia fácil y mucho menos sexualmente excitante. Admito que leída desde fuera puede a alguien "ponerle", pero es que las circunstancias son muy distintas. Lo que sentía eran emociones confusas (incómodas de "gestionar") que, una vez asimiladas, hacían crecer mi cariño por cada uno de ellos. En cuanto a publicar la descripción que hizo Laia, toavía no estoy seguro de hacerlo. Déjame pensarlo.

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  15. Uyyyyyyy... voy a ponerme al día a ver si mentero de algo, creo que esta historia a de leerse desde el principio.
    Gracias por tu amabilidad de visitarme y dejar la huella de tu paso, sabes que siempre me alegraré de que lo hagas.
    Un beso ...seguire leyendote...

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  16. Hola Miroslav, no he leído los otros capítulos y este me ha gustado mucho. Valiente decisión la de Laia, supongo que de forma contrafóbica. Nunca sabemos para quién trabaja el diablo....
    UN abrazo

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  17. Conciertos y desconciertos: Historia verdadera de amor/desamor y sexo (VI)

    Hola, ¿como están todos?
    No había visto este blog, hasta ahora, el cual me parece fascinante. Excelente historia, me la devore por completa, no solo porque es verdaderamente interesante y llena de contrastes, manteniendo un exquisito suspenso, sino también por que esta muy bien escrita.

    Pienso que de las circunstancias mas sombrías, se puede sacar provecho para crecer e iluminarse. Las cosas no pasan por casualidad, para Laia es una oportunidad para comenzar de nuevo, ojala que dicha experiencia con Filipe no se vuelva reincidente, que aunque fue liberadora, catarsis sexual, emocional y espiritual, no se convierta en una adicción, pues puede suceder que por llevar mucho tiempo reprimida sexual y emocionalmente, y no haber experimentado nunca un orgasmo, esto se convierta en un punto de anclaje a su sexualidad, buscando nutrimento emocional a cambio sexo, queriendo llenar ese vació existencial que la carcome por dentro.

    He conocido historias semejantes, con algunos matices distintos, donde la mujer, después de sentirse un juguete, objeto de engaño, traición, angustia, y humillación, se entrega a los brazas ardientes del libertinaje, lujuria y desenfreno, como una forma de catarsis pura, y método de sanación o desvanecimiento de su toda su angustia, dolor y sufrimiento. Intentando en condición fallida sanar las heridas y olvidar el trago amargo, entregándose al abandono de si misma y desentenderse de su moral, y ataduras o limitaciones éticas.

    En momentos de aguda tribulación emocional como el de tu amiga Laia, es cuando mas necesita comprensión, apoyo y un sincero respaldo, porque puede que esta amarga experiencia le cierre el corazón por completo y se lo enfrié a tal punto, que el amor muera para ella o ella muera para el amor; malogrando sus sentimientos. Aveces, experiencias negativas del pasado convierten a las personas en verdugos emocionales, inquisidores de si mismo, y por consiguiente de todo aquel que coincida en su camino. La otra persona con quien decida reiniciar su vida, termina pagando los pecados y platos rotos. Que esta experiencia le sirva para despertar su fuerza dormida; para crecer y no para socavarla, y la termine tristemente sepultando de por vida, sin unción de amor para resucitar.

    Un abrazo; mucha vida.

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