miércoles, 15 de marzo de 2006

Eros (introducción)

Riso propone distinguir en el Amor tres dimensiones básicas: eros (el amor que toma y se satisface) philia (el amor que comparte y se alegra) y ágape (el amor que da y se compadece). Cuando estas tres dimensiones se acoplan de manera adecuada (en una pareja) estamos ante un amor “unificado y funcional”; yo diría: una relación fantástica.

Eros Es deseo sexual, posesión, enamoramiento, amor pasional. Lo más importante es el YO que anhela, que apetece, que exige. La otra persona, el TU, no alcanza a ser sujeto. Es la faceta egoísta y concupiscente del amor. Es el amor que duele ... pero no podemos prescindir de eros, porque el deseo es la energía vital de cualquier relación, ya sea como sexo puro o como erotismo. El eros bien llevado no solo evoluciona hacia la philia (amistad con deseo) sino que también suele manifestarse como dos egoísmos que se encuentran, se comparten y se disfrutan. Eros no alcanza por sí mismo a configurar un amor completo, porque siempre vive en la carencia.


En los últimos años de nuestra relación eros estaba prácticamente desaparecido. Ya antes de la enfermedad de R las relaciones sexuales se habían ido espaciando en demasía. Hablando por mí, creo que está bastante claro (si no me engaño) que no la deseaba. Deseaba, cada cierto tiempo (cada vez más espaciado), tener relaciones sexuales y R era el cuerpo del que disponía, el que tenía a mano. Además, le tenía cariño, confianza, me sentía relajado con ella.

Ciertamente, antes de la enfermedad, las relaciones sexuales las empezaba siempre yo y casi todas veces estando ya en la cama. Se había perdido esa iniciativa de hacerlo en cualquier momento (me acuerdo de aquellos polvos muy anteriores en la cocina, iniciados con besitos míos en su cuello mientras hacía cualquier otra cosa; o una vez en los baños de un aeropuerto ...). No había desde bastante tiempo esa chispa erótica dispuesta a saltar a partir de estímulos aleatorios. Por tanto, el sexo aparecía en la cama y a instancias mías, seguramente cuando mi cuerpo me pedía descargar.

Ella reaccionaba excitándose a mis caricias (normalmente me ponía contra su espalda) y, salvo que no le apeteciese en absoluto (alguna vez), al cabo de un rato pasaba a ser también activa. En los últimos años había descubierto una práctica nueva que me producía bastante placer. Esa práctica, un poco a modo de canto del cisne, me facilitó algunos orgasmos (eyaculaciones) bastante fuertes, sensación de descarga intensa muy placentera, aunque tan breve ....

Pero, pese a ello, la verdad es que cada vez mi cuerpo reaccionaba con menos entusiasmo. No creo que fuera sólo falta de atracción hacia R; pienso más bien que tiene que ver con fallos orgánicos, descenso de la libido pero también de la funcionalidad erectil, de la producción hormonal, qué se yo ... En concreto, salvo excepciones puntuales, mis orgasmos eran cada vez menos intensos; me corría sí, pero ... De otra parte, con relativa frecuencia perdía por ratos la erección, durante las caricias y juegos previos al coito. Yo mismo estaba a disgusto con mi cuerpo y mi sexualidad.

No hablábamos mucho del tema, a lo sumo, mencionar ambos ciertas sensaciones de desagrado, pero con una nota de resignación. Yo era consciente de que el sexo no iba bien; por mi parte, pero también sabía que R no disfrutaba o que cada vez disfrutaba menos. Pero en esa dinámica monótona en que estábamos el tema se iba postergando. Luego vino la enfermedad y para mí las cosas quedaron en suspenso: se abrió un paréntesis para dirigir todos nuestros esfuerzos a superar el cáncer.

Así pues, la vida sexual casi a cero y por supuesto, casi a cero el apasionamiento. Desde luego no había enamoramiento, ni de mí hacia ella, ni de ella hacia mí (esta última carencia resultó mucho más decisiva en la crisis de pareja). ¿Estaba eros totalmente muerto? No lo puedo decir; lo que sí es verdad es que ambos lo sabíamos y ninguno hizo nada para intentar revitalizarlo (en el supuesto de que se pudiera).

Ojo: no se piense que las relaciones sexuales eran frías, meramente biológicas (para que yo eyaculara mis excesos espermáticos, simplemente). Eran insatisfactorias, sin demasiado deseo. No obstante, mientras hacíamos el amor, yo al menos, aun siendo consciente de la disminución del placer, notaba un cariño tierno hacia R, me sentía unido a ella. Seguramente, en esos momentos (especialmente cuando estaba metido en ella) era cuando más afectivamente vinculado me sentía. Es decir que creo que el sexo entre nosotros estaba operando más como un reforzador de philia (o hasta de ágape) que de eros. Sobre este mecanismo no he leído nada en el libro de Riso.

Y bueno, de momento lo dejo aquí, que estos son sólo comentarios a la introducción. Seguiré el próximo día con Philia y con Ágape (de momento a nivel introductorio).

CATEGORÍA: Sexo, erotismo y etcéteras
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM

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