Decidió morir sin avisarme
Supuse que ella, mi ex-mujer, tendría los papeles del coche y por eso la llamé. Mientras tecleaba el número de su móvil pensé que hacía mucho que no sabía casi de ella. El número marcado está apagado o fuera de cobertura y en el fijo de casa saltaba el contestador. Llamé entonces a mi hijo, también hacía mucho, y fueron largos y muchos pitidos hasta que contestó. Voz seria: estoy con mama en el cementerio, ha venido a morir.
No quiso explicarme nada por el móvil, salvo darme la dirección del lugar. ¿Cómo que a morir? Como una letanía, la pregunta me martilleaba incesante mientras conducía en dirección norte, hacia un pueblo de la sierra. ¿Una recaída en la enfermedad? ¿El cáncer de nuevo? Llegué casi sin darme cuenta, como en sueños. Un edificio austero, campo de reposo, creo que decía en el rótulo sobre el umbral. Lo atravesé y me vi en un espacio amplio, suelo de mármol claro, paredes desnudas, salvo por algunas puertas. Por una de ellas apareció Raúl, mi hijo.
Me ve casi como si no me reconociera. Nos acercamos el uno al otro, despacio, pareciera que dudamos, que no sabemos qué hacer. Tiene los ojos muy hundidos, la mirada acuosa y seria. ¿Dónde está? Ya ha pasado, ya no puedes verla. Quiero despedirme de ella, le digo. Ven, a lo mejor, todavía ... Atravesamos la puerta por la que había entrado y aparecemos en un claustro enorme, cada lado mide por lo menos cien metros. Todo es de piedra: grandes losas de piedra en el pavimento, gruesos muros de piedra a ambos lados de su perímetro: uno, el exterior, ciego y jalonado sólo por austeros machones; el otro, roto en arcadas de medio punto, tapiadas en todos sus vanos con cristales traslúcidos.
Raúl me toma de la mano y me arrastra hacia uno de los arcos. Distingo, en la parte baja del cristal, a la altura de la boca, un círculo horadado. Silvia, digo, ¿estás ahí? Pasan unos segundos y ella habla, su voz parece sorprendida y a la vez tranquila. Esto es muy bonito, Jorge, tendrías que haberlo visto. Bueno, podrás verlo a partir de mañana; te va a gustar, ya verás. Silvia, pero ... ¿por qué estás aquí? Sal, ven conmigo, hablemos. Ya no puedo hablar, Jorge, pero no te preocupes, aquí estaré bien. Para siempre.
Intento que mi mirada atraviese el cristal y me desvele lo que hay al otro lado, creo adivinar sombras que se mueven. Raúl me sujeta por los hombros y, lenta y firmemente, me va separando de esa pared de vidrio. Vámonos, me dice, déjala. Camino sonámbulo, como borracho. Al abrir la puerta que accede al vestíbulo me parece ver que se cuelan dos osos pardos en el claustro. No entiendo nada, pero Raúl camina sin inmutarse.
Si quieres acompañarme a la oficina ... Hay que firmar algunos papeles, pagar, concretar los detalles finales. Me cuenta que Silvia ha querido ser enterrada en el jardín interior al cual abraza el claustro. Morirá tras un par de horas de somnolencia opiácea, de felicidad provocada con los fármacos precisos. Ha sido, efectivamente, una recidiva. Tres meses últimos de sufrimientos, cada vez mayores. Sólo Raúl lo supo porque ella así lo quiso. Pero ya antes de los dolores, antes de las primeras, de nuevo, malas analíticas, Silvia había decidido pedir ayuda a la Fundación. Quería ser la dueña de su muerte, eso me dijo Raúl que decía.
A mí no me quiso decir nada o quizá esperaba que apareciese para averiguarlo. Raúl, obviamente, nada sabía. Los hijos lo ignoran casi todo de los amores y desamores de los padres. Como fuera, yo no había ido en mucho tiempo. Ahora caminaba por un sendero de gravilla con un dolor metálico e intenso; sentía que se me rompían miles de células y quería llorar, pero no podía. Sentía que habría de pagar y que habría de aprender a hacerlo. Y acerté a vislumbrar la inmensidad de lo que nos había faltado por decirnos, empezando por los papeles del coche.
No quiso explicarme nada por el móvil, salvo darme la dirección del lugar. ¿Cómo que a morir? Como una letanía, la pregunta me martilleaba incesante mientras conducía en dirección norte, hacia un pueblo de la sierra. ¿Una recaída en la enfermedad? ¿El cáncer de nuevo? Llegué casi sin darme cuenta, como en sueños. Un edificio austero, campo de reposo, creo que decía en el rótulo sobre el umbral. Lo atravesé y me vi en un espacio amplio, suelo de mármol claro, paredes desnudas, salvo por algunas puertas. Por una de ellas apareció Raúl, mi hijo.
Me ve casi como si no me reconociera. Nos acercamos el uno al otro, despacio, pareciera que dudamos, que no sabemos qué hacer. Tiene los ojos muy hundidos, la mirada acuosa y seria. ¿Dónde está? Ya ha pasado, ya no puedes verla. Quiero despedirme de ella, le digo. Ven, a lo mejor, todavía ... Atravesamos la puerta por la que había entrado y aparecemos en un claustro enorme, cada lado mide por lo menos cien metros. Todo es de piedra: grandes losas de piedra en el pavimento, gruesos muros de piedra a ambos lados de su perímetro: uno, el exterior, ciego y jalonado sólo por austeros machones; el otro, roto en arcadas de medio punto, tapiadas en todos sus vanos con cristales traslúcidos.
Raúl me toma de la mano y me arrastra hacia uno de los arcos. Distingo, en la parte baja del cristal, a la altura de la boca, un círculo horadado. Silvia, digo, ¿estás ahí? Pasan unos segundos y ella habla, su voz parece sorprendida y a la vez tranquila. Esto es muy bonito, Jorge, tendrías que haberlo visto. Bueno, podrás verlo a partir de mañana; te va a gustar, ya verás. Silvia, pero ... ¿por qué estás aquí? Sal, ven conmigo, hablemos. Ya no puedo hablar, Jorge, pero no te preocupes, aquí estaré bien. Para siempre.
Intento que mi mirada atraviese el cristal y me desvele lo que hay al otro lado, creo adivinar sombras que se mueven. Raúl me sujeta por los hombros y, lenta y firmemente, me va separando de esa pared de vidrio. Vámonos, me dice, déjala. Camino sonámbulo, como borracho. Al abrir la puerta que accede al vestíbulo me parece ver que se cuelan dos osos pardos en el claustro. No entiendo nada, pero Raúl camina sin inmutarse.
Si quieres acompañarme a la oficina ... Hay que firmar algunos papeles, pagar, concretar los detalles finales. Me cuenta que Silvia ha querido ser enterrada en el jardín interior al cual abraza el claustro. Morirá tras un par de horas de somnolencia opiácea, de felicidad provocada con los fármacos precisos. Ha sido, efectivamente, una recidiva. Tres meses últimos de sufrimientos, cada vez mayores. Sólo Raúl lo supo porque ella así lo quiso. Pero ya antes de los dolores, antes de las primeras, de nuevo, malas analíticas, Silvia había decidido pedir ayuda a la Fundación. Quería ser la dueña de su muerte, eso me dijo Raúl que decía.
A mí no me quiso decir nada o quizá esperaba que apareciese para averiguarlo. Raúl, obviamente, nada sabía. Los hijos lo ignoran casi todo de los amores y desamores de los padres. Como fuera, yo no había ido en mucho tiempo. Ahora caminaba por un sendero de gravilla con un dolor metálico e intenso; sentía que se me rompían miles de células y quería llorar, pero no podía. Sentía que habría de pagar y que habría de aprender a hacerlo. Y acerté a vislumbrar la inmensidad de lo que nos había faltado por decirnos, empezando por los papeles del coche.
CATEGORÍA: Ficciones
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarVale, acabo de descubrir que este post pertenece a la sección de "Ficción".
ResponderEliminarHe borrado mi comentario anterior... pero lo que ya no tiene vuelta atrás es la autodiscusión que ha empezado en mi cabeza.
Me alegro mucho de que no haya sido más que un relato.
Un beso.
Yo he tenido que llegar hasta el final del segundo párrafo para darme cuenta de lo que era. ¡Menudo susto!
ResponderEliminarJoder Miro...que susto...tres veces mientras lo leía me he preguntado será verdad, será ficción. Pero el nudo que me has dejado me lo pienso cobrar joé.
ResponderEliminarMenos mal que me parecía demasiado descriptivo para ser real, pero aún así .. esto no se hace.
ni beso ni ná, me voy a por un café a ver si me repongo
Hombre, era un poco fuerte contar algo tan importante como algo así con tanto detalle cual guión de cine...
ResponderEliminarMenos mal q he leido los comentarios de arriba, porq ya me disponía a dar el pésame...
Que nunca queden cosas por decir porq la muerte viene a veces sin avisar.
Joer, después de unos días de relax y leer este post, se te despiertan todas las neuronas de golpe. Con lo relajadita que estaba yo.
ResponderEliminarA medida que iba leyendo mi mente era un torbellino de preguntas, de ideas inconexas.... hasta que al final, leo: categoría- ficciones.
Que tengas una buena semana, anda.
Estás mezclando muchos temas no??
ResponderEliminaren el post anterior los orgasmos con los bostezos que provocan determinados discursos políticos, dos posturas contrapuestas que nos llevan al mismo lugar, la huida del cuerpo. Y en este vuelves a tocar el tema del abandono, el abandono total de todo lo material. Ayss qué te ronda por esa cabecita.
Pues otra que se llevó un susto hasta que me di cuenta de que era una ficción. Con lo dormida que andaba una y no veas como te quedas tras leer esto.
ResponderEliminarBesos
Mis disculpas a todas, pero es que no me esperaba yo estas reacciones. Resulta que ayer noche, hacia las tres y media de la madrugada, me desperté por culpa de una pesadilla. Era una narración en imágenes, pero muy nítida en su argumento y en sus escenas. Para exorcizarla (y porque me había desvelado) la puse por escrito. Procuré ajustarme a los componentes "realistas" del sueño, pero como guiño alusivo a su origen onírico dejé a esos dos osos pardos que se cuelan en el claustro. Eso debería haber valido para despejar las incertidumbres sin necesidad de comprobar la categoría a la que el post se adscribía ... ¿o no?
ResponderEliminarEs verdad que en la pesadilla era mi ex y mi hijo los protagonistas (que no se llaman Silvia y Raúl, como yo no me llamo Jorge). Pero el sueño ocurría en un futuro al que habíamos llegado con un alejamiento largo entre nosotros. Eso no ha ocurrido, como tampoco ha ocurrido nada que haga temer ninguna recidiva. Puede que la pesadilla nazca de algún miedo que guardo pero alguna vez me dijeron que los sueños profetizan la negación de lo que cuentan.
En resumen, que no es más que una ficción que me vino durmiendo. Siento los sobresaltos. Besos a todas.
Illyakin
ResponderEliminarLlevamos muchos días dándole vueltas a lo mismo, cada uno en su parcela de experiencia y fantasía. La verdad, es que ha sido un puente un poco raro, para mí como si el de todos los santos se hubiera retrasado un mes. Tú le has estado rondando muchos post a la idea de la muerte, has reflexionado sobre tu mujer y cómo te sientes con ella, yo leo a Raquel y me pongo a divagar y, para colmo, entro a visitar a Tamaruca y no veas qué palo, ese de verdad.
Cuando era pequeña, soñé así de intensamente con la muerte de mi hermano. Él también, aunque muerto, me hablaba. Me desperté llorando. Aún no he conseguido olvidar aquel sueño. Mi madre me dijo que eso simplemente significaba que lo quería mucho y que, seguramente, al soñar eso le había alargado la vida. Extraño consuelo, pero gracias a esas palabras pude tranquilizarme.
Sin leyes. Muchos besos.
Maldición! Acabo de hacer un comentario super elaborado de la interpretación de los sueños y va y se borra!
ResponderEliminarNo lo repito. Sólo deseo que esta noche sueñes con los angelitos de oro que son más graciosos.
Un beso grande y buenas noches.
pues hasta que no hablo detrás del cristal, a mi se me paralizo el corazón....
ResponderEliminarjoder que susto..
me hizo acordar a la peli , las invasiones barbaras, y la tranquilidad al decidir morir.
Miroslav me ha gustado mucho .. congratulations..
vaya! había pensado: qué tipo más frío, cuenta todo esto sin inmutarse, como si el dolor fuera absolutamente ajeno.
ResponderEliminarficciones...bueno, me alegro por tí, de verdad; yo también iba a dejarte mi pésame. un saludo y gracias por las visitas. y por el link!
¡Qué buenísimo, Miroslav! Al comenzar a leer pensé que era una historia inventada, cierto, pero enseguida me he dado cuenta: ¡Es un sueño!
ResponderEliminarQué misterio el mundo de los sueños, ¿verdad? A mí a veces me gustaría saber interpretar todo lo que sueño. Otras veces me digo: No, mejor no, ¡me asustaría!
¡Un abrazo! :)
¿No será que tanta necrosomnia te ha sentado mal?
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